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lunes, 22 de octubre de 2012

Día 5- Parte II: despedida de Marruecos


Nos dió un ataque de hambre de esos que no dejar pensar mucho, así que escogimos un lugar relativamente cerca que tenía muy buenos reviews. Se llama Earth Café y es un sitio sencillito estilo vegetariano. Me llamo la atención que todo el sitio olía muchísimo a ajo, pero a mí el ajo me gusta así que no me molestó para nada.

El menú era una traducción fatal así que no sabíamos muy bien que habíamos pedido hasta que lo trajeron: unos rollitos de auyama con salsa de aceite balsámico, y un plato con un hojaldre de vegetales y queso de cabra con canela y no sé qué más. El sitio es chévere porque mezclan sabores marroquís con cocina moderna y nos gustó bastante la comida (pero me pareció medio caro para lo que era). Pedimos bebidas en exceso (1.5l de agua, jugo de naranja, refresco y hasta té “yogi” (esta vez no era de menta si no que olía a Marrakesh y sus especies) creo que estábamos medio deshidratados, pero no es de extrañar a nadie que después de esa cantidad de líquido tuve ganas de ir al baño toda la tarde jajaja. Las verduras y vegetales en marruecos son súper buenas, sobre todo comparadas con las de Madrid, aquí todo sabe mucho más rico… estando en marruecos provoca comer vegetariano de vez en cuando.


Yo tenía un asunto pendiente en la plaza, y como era la última tarde no podía esperar más: quería tomarme una foto con los encantadores de serpiente, especialmente con ellos tocándoles música a sus cobras. 
Pero la verdad fue medio decepcionante, porque las pobre culebritas deben estar bastante maltratadas, y además los tipos cuando me vieron que quería la foto dejaron de tocar sus flautas extrañas y me montaron otra culebra encima y le dejaron de parar bolas a las cobras (que eran las que a mí me llamaban la atención), y pretendían que les pagáramos 100 dirhmas! Jajaja!. 

Les dimos 10 y listo. Creo que las culebras deben de tener la boca cocida o algo así, porque los tipos las tratan como si fueran lo más inofensivo del mundo.  

Todos estos días entre las 4:30 y las 7pm, el tiempo en Marruecos se nos pasaba muy lento, supongo que era una mezcla del cansancio del día, la hora del burro y con que los museos/atracciones ya están cerrados. Sin ningún otro plan para hoy seguimos paseando por la plaza hasta la puesta de sol: un poquito más de baile con otros músicos, un poquito más de esquivar a los gnawas… y lo bueno es que cada vez que uno pasea ve cosas diferentes, así que nunca deja de ser interesante.

Mi impresión de los árabes es “dual”, en especial de los hombres porque a las mujeres las tratamos muy poco, y con las pocas que tratamos mayoría parecían medio amargaditas. Digo “dual” porque cuando no están siendo entrometidos o atacones, son muy muy amables y educados y tienen una cara de buena gente lindísima: ojos y sonrisa hermosos, como esa gente que no sabes porqué pero inmediatamente te cae bien… Peeeero, cuando están en plan de atosigar son como una plaga, y uno lo que quiere es que lo dejen en paz. Todos los que no están esperando nada de uno y que no están pendientes de ver cómo te sacan plata son un amor de gente. Marwen dice que esos tipitos entrometidos que están por ahí en la Medina cazando a turistas para llevarlos o traerlos son gente sin oficio y sin trabajo a la que simplemente le gusta el dinero fácil. Nos explicó que a los marroquís les da demasiada rabia que hagan eso, porque además de espantar el turismo son unos buenos-para-nada que típicamente terminan siendo drogadictos o pordioseros. Una lástima total… aunque yo pienso que las direcciones en la medina son demasiado confusas y casi parece que fuera a propósito, ya que señalizando las cosas mejor se evitaría parte del problema. Aparentemente si uno los ignora un rato ellos terminan por dejarte en paz, pero igual es una gran molestia.

Pero el cuento que les estaba echando lo dejé en la plaza abajo, así que sigo: Justo a la hora que se iba a poner el sol subimos a una terraza (Café de France) que queda en la plaza a ver como el sol se escondía y el cielo se pintaba de rosado justo en la dirección a la mezquita de la Kutoubia (sur-oeste) … en ese momento tan espectacular el color rojo de todos los edificios de Marrakech cobró sentido: el atardecer, la luz tenue y todo absolutamente todo a la vista se veía rosado o fucsia… ¡bellísimo!

Creo que es una de esas vistas que a uno se le quedan para siempre en la mente, un espectáculo total. Además la vista era bella 360o, y por ser el atardecer era hora de la oración: mirando para todas partes contamos como 14 mezquitas de donde salía el llamado por los altavoces. Cuando miramos hacia atrás (hacia el este) se veían los montes Atlas con nieve en sus piquitos y hacían que la vista fuera (si era posible) aún mejor.

Sentíamos que habíamos comido hace poco así que había que esperar un poco para cenar, pero ya yo estaba reventadísima y lo único que quería era sentarme a descansar un rato… Fuimos a la plaza de la Koutoubia que es mucho más calmada a pesar de estar al lado de Djemaa el-Fnnaa. Nos sentamos en una tarimita a ver a la gente y conversar, y aparentemente ese “EL plan” para esta hora: había un gentío haciendo lo mismo que nosotros. Fran me contó el emocionante final de su libro (que anoche lo acaba de terminar) que se trata de dos tipos que hacen senderismo por el Apalachian Trail y que le gustó mucho. Yo por supuesto entre el MBA (y el ahora el blog) tengo demasiado tiempo sin leerme nada tan chévere.

La última cena en Marruecos queríamos que fuera bien rica, pero como comer afuera aquí nos ha salido bastante caro, decidimos buscar esta vez un poco en función al precio, y esquivamos todos los lugares medio caros. Terminamos yendo a un restorancito -medina adentro- cerquita de la casa. Era de ambiente relajado y lindo pero sin mayores pretensiones. Se llama Souk Café. Pedimos Briouats mixtos de vegetales, carne y queso (¡esa es una de los cosas que más voy a extrañar!) y una carne guisada (que por una vez no era de tajín) y venía acompañada -pero en plato aparte- de couscous.
La carne sabía muy rico, con un aire a asado negro (¡uuf!).
Y de postre queríamos pedir lo más marroquí posible, que resultó ser oranges à la cannelle: naranja picadita con canela por arriba, muy sencillo pero exótico y rico. Totalmente recomendable el restaurant, era una lástima que estuviera bastante vacío.

Para rematar el viaje, ¡hoy tampoco pudimos llegar a la casa sin perdernos!!!... además nos dio la impresión que fue exactamente la misma perdida que nos echamos ayer, pero (como todo se parece) ni siquiera sabemos eso con certeza. El hecho fue que después de dar varias vueltas, llegamos a la tintorería en donde habíamos pedido ayuda anoche, y por eso a partir de allí ya nos logramos ubicar con la plaza Ben Youssef… ¡Y eso que estábamos súper cerca!, ¡qué horror!… Creo que ponerles el recorrido en un mapita puede ilustrar mejor lo que estoy tratando de explicar (hay que hacer click para ampliarlo y verlo bien):


  
Bueno... ya se acabó el viaje! A mí me encantó, y espero que ustedes se hayan entretenido un poco y que se hayan animado un poco a viajar y a contarme a mí sus aventuras. Pero a mí ya se me terminaron las vacaciones y pues será hasta la próxima oportunidad que viaje que siga escribiendo el blog … Empecé esta entrada el domingo en la noche antes de dormir en Marrakech, pero ahora es que la estoy terminando y ya es lunes por la tarde en Madrid... El regreso fue perfecto y sin contratiempos, pudimos cambiar los dírhams de vuelta a Euros (ellos también tienen control de cambio) y el tiempo del avión lo usé para organizar un poquito las ideas antes de terminar de escribir todos estos cuentos. En Madrid ya hace mucho frío L y en las calles uno extraña pasear sin estar acompañado de los gaticos. Ahora  me queda comprar algún día un libro de recetas marroquís y muchas especies para repetir esas comidas tan ricas hasta que volvamos a viajar para allá. Hoy al despertarme (con la musiquita de mi despertador) extrañé un poco el ruido del llamado a la oración, que aturde apenas uno llega a Marruecos, pero después de un par de días al oírlo desde que salen los primeros rayitos del amanecer, uno queda impregnado de ese ambiente místico por el resto del día.

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domingo, 21 de octubre de 2012

Día 5- Parte I: Marrakech histórico



Hoy ¡por fin! no había pronóstico de lluvia. Pero cuando me fui a vestir mi pantalón seguía emparamado del palo de agua de anoche… me lo puse igual, y menos mal que se secó bien rápido.
La primera visita de hoy era muy cerca del Riad: La Maison de la Photographie: Donde tienen una colección de fotografías realizadas por fotógrafos europeos sobre Marruecos y su gente desde finales de 1800 hasta ~1950 (alrededor de la fecha de la independencia de Marruecos de España y Francia).


Las fotos son bellas, pero había muchas que ya las habíamos visto varias veces en postales o en afiches durante el viaje. Dos cosas me parecieron muy interesantes después de ver esta colección: por un lado ver como el siglo pasado fue una revolución total; muchos de los paisajes y las ropas de las primeras fotos podían pasar fácilmente como de la época de Cristo, o sea… durante más de 2000 años parecía casi no haber pasado el tiempo, y de repente en menos de 100 años hubo un cambio gigante: turismo, globalización, plástico, ropa más moderna, carros y motos… ¡una diferencia gigante!.
Lo segundo, es que en esas fotos las mujeres parecían fantasmitas, envueltas de pies a cabeza de tela blanca y sólo a penitas se le veían los ojos. Hoy en día (~60 años después) aquí en Marrakesh vemos que aunque muchas siguen tapadas, sólo se cubren la cabeza, y además usan colores y telas de todo tipo. Ya rematando la visita casa de la fotografía, subimos a la terracita y concluimos que es la que tenía mejor vista de todos las que hemos visitado.

Nos tocaba atravesar la medina desde el norte hasta el sur, para llegar a las Tumbas Saadíes. En el recorrido hasta allá nos metimos por todo el medio de los zocos más importantes. Y todo era tan lindo y colorido que me provocaba tener como 30 maletas para poder llenarlas de cosas y llevármelas de regreso a Madrid y de regalos para Caracas… 
pero por otro lado a mí no me gusta nada comprar así regateando cada cosa (me da como mucho estrés), así que decidí no comprar nada y deleitarme sólo con los ojos, haciendo una nota mental para volver algún día de compras y llevarme de todo: 

lámparas, cojines, zapaticos de cuero, babuchas para usar de pantuflas, bolsitos de cuero, mesitas de madera, teteras, bufandas, alfombras, especies, perolitos de barro, cesticas… ¡hasta la ropa me gusta!, batolas pantalones, vestidos y camisas árabes, cuerdas para las cortinas, cuadros…Y hablando de planes hipotéticos para el futuro, otro plan buenísimo es volver para Marruecos a buscar inspiración justo antes de construir la casa de mis sueños (venir con el arquitecto o el diseñador). Los patios, los jardines, las fuentes, los colores, las puertas, las lámparas, las cortinas. Es un estilo que provoca copiar… Pero en fin, volviendo  mi cuento, ese era mi plan: no comprar absolutamente nada, pero había una personita demasiado especial a la que no pude dejar sin recuerdito: Eduardito, mi nuevo bello sobrinito... De alguna manera le mandaré el regalito a Caracas pronto J .

Llegamos finalmente a las famosas Tumbas Saadíes. Son una de las mayores atracciones de ésta ciudad porque las decoraciones de sus techos y paredes son de película. El sultán las hizo para inmortalizarse a él y su familia y tienen absolutamente todo el detalle y el lujo que las decoraciones árabes pueden llegar a tener. Son de finales del s XVI, pero por varios cientos de años estuvieron escondidas y las redescubrieron hace poco, a principios del s. XX. Las descubrieron porque están en una zona muy pobre de la ciudad (cerca del palacio Bahia) y de repente sobresalían unos tejados verdes como fuera de lugar… Efectivamente esa zona al sur de la medina se ve mucho más pobre. Como ya habrán notado aquí en Marruecos todo es un contraste bárbaro, y justo detrás de las tumbas empezamos a ver a hombres vestidos como botones (de hotel de lujo) llevando maleticas y guiando a algunos turistas. Husmeando por ahí vimos que esos botones venían o iban para el hotel La Sultana, del cual habíamos visto folletos y sabíamos que es un espectáculo, pero sólo los huéspedes podían entrar.

De la misma época de las tumbas es el Palacio Badi: nuestra siguiente parada. Pero a diferencia de las tumbas está completamente en ruinas. Se puede vagamente apreciar el espacio que ocupaba y la distribución, pero más nada. Cuenta la historia que era lo más bello que podía ser, decorado con piedras preciosas importadas de no-se-dónde, mármol, cristales y cuanta cosa uno pueda imaginarse, pero que el bufón del sultán lo empavó (cuando apenas estaba recién construido) diciendo que tanto lujo se vendría abajo; y apenas 75 años  después ya estaba todo saqueado. Extrañamente en unos de los pocos espacios que sigue en pie de este palacio, tienen expuesto el púlpito de la mezquita de la Koutoubia (la mezquita principal de Marrakech, aquella que comenté es la más bella y la más alta). El púlpito, que aquí llaman mínbar es una escalerita como de 8 escalones desde donde el Imán se paraba a recitar el Corán. Parece ser una de las obras más bellas de su época, es principalmente de madera, con maderitas talladas e incrustadas, y hace poco lo restauraron con ayuda de Metropolitan Museum. Lo construyó un artesano de Granada por encargo del sultán para traérselo para acá. Además tienen información muy detallada, así que uno se entera perfectamente del detalle y de la maravilla que representa. 

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Día 4- Parte II: Familiarizándome con la plaza Djema el-Fnaa

Al de salir del palacio Bahia (entre los dos) teníamos sólo 10 dirhams en el bolsillo. Tener apenas 1 encima no es un buen plan, así que inminentemente teníamos que conseguir un cajero para sacar plata, así que volvimos a la plaza a ver si veíamos un banco y efectivamente lo conseguimos. Cada vez que uno pasa por la plaza Djemaa el-Fnaa uno se aturde: entre el ruido, el humero, el gentío y la sensación de que algún carro de caballos te va a atropellar. 


Nos sentamos en un banquito de un parque cercano a agarrar un poco de aire y decidimos ir a ver más de cerca a la gran mezquita de la Koutoubia que queda justo en las afueras de la plaza. La Koutoubia tiene el minarete más alto de la medina y es el más importante de la ciudad, se impone desde todas las terrazas y parece guardiana de lo que pasa a sus pies en la gran plaza. Para mi gusto es lo más lindo que tiene Marrakech (en cuanto a exteriores se refiere). Por ser una mezquita por supuesto que no podíamos entrar, pero la vimos por los cuatro lados, y aprovechando que era el atardecer: la hora más perfecta para tomar fotos, aprovechamos y le hicimos un photo-shoot.

Nuevamente regresamos a la plaza. Ya estaba atardeciendo así que había empezado el show de música y los otros espectáculos nocturnos. Lo primero fue tratar de conseguir moneditas… compramos un jugo de naranja (ya no aguanté más y me atreví a tomar de un vaso de vidrio) y pagamos con un billete de 20 MADs, le pedimos al juguero que nos diera el vuelto en monedas de baja denominación. Cargados de moneditas empezamos a dar vueltas a ver qué nos llamaba más la atención. Como los músicos estaban calentando los cueros (literalmente) y yo no quería ni pintarme con henna, ni leerme las cartas, ni jugar a pescar botellas con una caña de pescar (que en vez de anzuelo, tenía un anillo de plático), decidimos ver qué más había, y una vez más encontramos mil maravillas: un tipo con un stand de palomas adiestradas, un enano con un violín que descaradamente pedía a gritos “money money money”, otro tipo con unos acures y un puerco espín bebé (lo más cuchi que se puedan imaginar), seguían estando los carajos de los monos y los de las culebras, y otros vestidos de Gnawas (otra raza del norte de áfrica famosa por sus músicos con ropas coloridas) que usan unas especies de castañuelas y gritan acosando a los turistas, moviendo como locos en forma circular un guindarajo que pegan de sus sombreritos. 
Por uno de los extremos de la plaza vendían cositas varias, huevos de avestruz, y otras cosas mágicas que no no entendimos por no hablar árabe (no éramos el target), mini tortuguitas, aceites de argán (que ellos dicen que sirve para TODO), remedios para la fertilidad, levanta muertos, y otros miles de menjurges, cremas y jabones.

Al cabo de una vuelta (la plaza es bastante grande), ya los músicos estaban empezando a tocar. Estos músicos se ponen en su grupito con una lámpara de kerosén enfrente, y se rodean de banquitos para que la primera fila de observadores se pueda sentar. En el paseíto de ayer vimos a un grupo que también estaba tocando hoy, y aunque no habían terminado de empezar el show, ya tenían sus banquitos preparados. Como nos parecían los mejores, nos sentamos en sus banquitos al lado de 3 chamas árabes a ver cómo arrancaban.  Rápidamente se pusieron a tocar animadamente, y uno de los dos músicos principales (los dos que estaban parados y cantaban además de tocar sus instrumentos) se nos acercó y luego de darnos la bienvenida y decirnos que estuviéramos pilas con nuestras cositas, me agarró por la mano y me jaló para el medio diciéndome que viniera para que nos tomáramos una foto. 
Yo no sé cómo fue la cosa, pero terminé bailando en el medio del círculo con el tipo, dando brinquitos y vuelticas al son de los tamborcitos… de haberlo sabido de antemano creo que habría estado atacada, pero como me agarró de sorpresa fue de lo más cool y me divertí bastante. Lo mejor fue que la gente se animó muchísimo, de hecho cuando me volví a sentar había muchísimas personas sentadas y paradas viendo el show!. Las chicas de al lado estaba divertidísimas de que yo bailara (creo que es porque ellas probablemente no pueden bailar así en público). Parte del espectáculo es tocar la música y otra parte es hablada… obviamente no tenemos ni idea de lo que decían, pero creemos que trataban de convencer a la gente para que les colaborara, agarraban dinero y hacían referencias a él, pero creemos que había también algo de predicación en el discurso y varios chistecitos. Eso sí, cada vez que empezaba la llamada a la oración todos los ruidos de la plaza disminuyen: Los artistas se callan, los encantadores de culebras dejan de tocar, los gnawas dejan de batir frenéticamente sus gorros… todos esperan respetuosamente a que se acabe el sonido proveniente de los minaretes (alrededor de la plaza hay 4 mezquitas) para volver a empezar con la bulla.

Nos gustó mucho que la mayoría de la gente que viene a disfrutar estas cosas son los propios marroquís. No es un show turístico que parapetean para los visitantes, si no que la gran mayoría del público de los espectáculos de la plaza es de aquí de la ciudad; y como aquí la gente ociosa son puros hombres, (aparte de esas tres chicas de al lado nuestro, y de 3 ó 4 parejas/familias de turistas), la masa del público eran hombres en general. Eso sí a la hora de dar una colaboración se afincan en los turistas que haya.  El modus operandi es que uno tira las moneditas hacia el centro del círculo, donde está la lámpara de kerosén, pero si uno no colabora, alguno de ellos viene y te pide plata directamente, luego lo que recoge lo tira al centro, así que la lámpara de kerosén termina rodeada de moneditas. Nos quedamos allí un buen rato hasta que me empezaron a dar ganas de al baño. Hay varios huequitos que dicen WC en la medina para casos de emergencia extrema, pero en la medida de lo posible es mejor ir al baño en los restaurantes y museos. Ya eran casi las ocho, así que sugerí ir a cenar. Fran escogió un sitio recomendado de la guía, que quedaba en dirección a nuestro Riad.

Una vez más llegamos siguiendo muy meticulosamente las instrucciones, dando muchas vueltas y metiéndonos por callejones y lugares raros. Llegamos a ese sitio pensando que de no haber estado muy empeñados por encontrarlo, jamás lo habríamos visto ni imaginado que estaba por allí. Se llama “La Terrasse des Épices” (terraza de epecies). Era una terraza inmensa poco iluminada con lámparas de mimbre. Por un lado tenía un corredor semi-techado, y por el otro unos mini cuarticos también abiertos a la terraza. Me gustó el ambiente abierto, así que escogí el corredor, pero hacia el final de la cena estábamos completamente congelados, así que si alguien viene para acá y hace medio frío, les recomendaría escoger los cuarticos. En un extremo del local hay un gran “bar”, en donde curiosamente no venden bebidas alcohólicas (como en la mayoría de los locales de este país), y en la otra está la caja y los baños, cuya curiosidad es que el grifo en vez de ser de metal ¡es una caña de azúcar!.  
Pedimos un trío de mini ensaladas marroquís (que fueron zanahorias, papas y un puré de berenjenas) y un tajín que creo que es el más típico de Marrakech: De pollo al limón con aceitunas verdes. El tajín no traía ninguna otra verdura pero nos lo trajeron con mini papitas fritas… a mí me pareció suculento. De postre pedimos el plato típico del local, que era una “pastillla de chocolate”: un pastel de hojaldre frito relleno con pasas, chocolate, dulce de leche y alguna otra cosa… una bombita, que estaba también muy buena, y que sabía muy diferente. Me encanto que al recibirte en este restaurant, en vez de traerte el menú, te ponen una pizarra-parabán enfrente de la mesa.

Justo cuando estábamos saliendo empezó a llover, mejor dicho: a diluviar. Estábamos cerca de la casa, pero en esos 5 minutos logramos emparamarnos de pies a cabeza (a pesar de tener impermeables esta vez).  Y para más colmo, cuando sentíamos que estábamos a un paso del Riad, un portal grande (o algo así) nos confundió y nos hizo pensar que quizás no estábamos en el camino que era, entonces como estaba lloviendo tan fuerte dimos vuelta en “U” y nos regresamos un poco, para ver dónde había estado el error. Como no sabíamos que había pasado y como estaba cayendo un palo de agua, yo  de repente entré en pánico y sentí que estábamos “completamente perdidos”. Fran estaba convencido de que estábamos demasiado cerca, así que decidimos no alejarnos mucho. Ayer fue al revés yo estaba calmada y tranquila y Fran fue el que se estresó (… a cada quién le toca su día). Pero bueno, hoy decidimos preguntarle a un chamo en una tintorería por la Madraza (que es un buen punto de referencia) y nos dijo que siguiéramos por esa misma calle, y que estaba muy cerca. De la madraza era más fácil llegar al Riad, y cuando ya estábamos en camino conocido, nos dimos cuenta que antes (cuando nos creíamos pérdidos) habíamos llegado a escasos 5 metros de allí antes de decidir dar media vuelta y regresarnos…. ¡Jajaja!, ¡estas calles son MUY engañosas!

Hoy decidí que si no escribo rápidamente todo lo que me recuerdo se me van a ir olvidando las cosas, así que preferí trasnocharme y escribir lo más posible… ya son casi las 3am, pero todavía tengo un poco de atraso en el blog! L

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Día 4- Parte I: Medina de Marrakech: Paseos palaciegos


Anoche parece que llovió toda la noche… No paró de oírse el palo de agua. En la mañanita siguió lloviendo, pero como a las 11am ya salió el sol. Nos despertamos como a las 9 y pico y entre desayunar y poner el primer post en el blog terminamos saliendo como a las 11 y pico del hotel, just in time. El desayuno estuvo rico, en una terracita del Riad dando al patio (pero tapado por unas cortinas debido a la lluvia. Nos pusieron pan tostado y mermelada, un potecito de yogurt y juguito de naranja. Luego nos trajeron lo más rico: unos pancitos redondos supuestamente típicos marroquís, que eran exactamente iguales a unas arepitas andinas. Todo bien, pero nada del otro mundo. Marwen hoy decidió hablarnos en español cuando nos dio los buenos días y nos preguntó si todo estaba bien… “ ¿Todo es perfecto?, ¿Quieren algo más?”. Le dijimos que no gracias, que todo estaba perfecto… pero internamente a mí me dio mucha risa la traducción que él hizo, simplificado o anulando las diferencias del ser y del estar.

Subimos a la terracita del Riad y se veían los techitos rojos hacia todos lados, y como muchos están pegados pared con pared se podían ver también los patios de los Riads vecinos. Algunos reformados como éste, y otros a punto de caerse en ruinas. Como muchas de las callecitas están techadas, todo  está comunicado y para los gatos es muy fácil pasearse de uno a otro… el escenario me recordó mucho de la escena de la persecución de la película cuando Aladino y Abu se roban la comida.
Nuestro Riad está a un paso de lo que según la guía es lo MÁS recomendado de Marrakech. Ya ayer habíamos pasado por enfrente y nos pareció súper equis la entrada, así que con bastante incredulidad, decidimos hacerle caso a la guía y empezar el día con esa visita: La Madraza de Ben Yussef ( o Ibn Yussuf, que es lo mismo) y significa hijo de Yussef.

Una madraza es una casa de estudiantes, y ésta en particular fue usada durante unos 400 años por jóvenes que venían a estudiar el Corán y otras ciencias o artes. En realidad no era una universidad, porque nos explicaron que los estudios los hacían en la mezquita que está al lado (mezquita Ben Yuseef), la cual –al igual que todas las mezquitas aquí- está cerrada para los no musulmanes. La madraza era más bien una residencia estudiantil con un patio y un área para la oración ambos exageradamente bellos. Había 132 habitaciones o mini cuarticos cada uno como de 5m2, algunos con ventanas entre ellos o a los corredores, algunos con vista al patio y otros completamente cerrados.


¡Tantos cuarticos y no vimos ningún baño!, yo creo que haber leído que a veces compartían los cuartos, pero que todos compartían un sólo baño que nunca vimos donde estaba. En los cuartos hay algunas muestras de los objetos que usaban los estudiantes. Los pasillos y los mini patios internos eran lindos y adornados estilo árabe, con cerámicas, madera y yeso labrado, todo con un aire muy “colonial” pero con firma árabe rajada. Finalmente lo que es MUY espectacular (el motivo de la recomendación de la guía, y lo nos dejó boquiabiertos) fue el patio. Nada  que envidiarle al de la Alhambra, su decoración árabe es sencillamente espectacular. Vale muchísimo la pena ver la madraza. Yo me imagino que los que lo hicieron pensarían… “ ¿para qué hacer una puerta sencilla, si podemos ponerle tres mil adornos muy elaborados?... ¡Qué suerte tenemos que no fueran nada flojos -ni prácticos- sino amantes del detalle y la estética!

La entrada de la Madraza la compramos en un combo que incluía el Museo de Marrakech, que quedaba a escasos dos minutos. El edificio donde está el museo era el palacio del ministro de justicia del sultán a principios del siglo pasado, y luego de la independencia de Marruecos (~1956) lo cambiaron para hacer una escuela de señoritas. Sin embargo, poco tiempo después lo dejaron de mantener, y hacia finales de los 90 fue necesario restaurarlo casi por completo para hacer éste museo. No es para nada antiguo como la madraza, o como el Alhambra, pero es muy bonito de todas maneras. Tiene algunos objetos antiguos mezclados con obras de arte moderno, pero lo que vale la pena es el edificio. En el patio central tienen un techo de plástico amarillento del que cuelga una lámpara de techo de dimensiones gigantes justo por encima de la fuente respectiva. Al salir de allí nos tomamos un té de menta en el café del museo para darnos tiempo de planificar la próxima visita. 

La guía incluía un recorrido a pie por la medina y decidimos hacerlo, pero al revés: empezando por el final del recorrido porque lo teníamos cerquitica… fue una excursión divertida por la medina, en donde el reto sigue siendo poder asociar el intento de plano con las mini callecitas sin perderse demasiado. Lo más interesante fue un “café-literario” que se llama Dar Cherifa…. Para encontrarlo tuvimos una suerte bárbara, y una vez allí decidimos ya quedarnos a almorzar. Era un casa antigua de estilo saadita, y aunque no sé bien qué significa eso, si sé que dicen que es el edificio residencial más antiguo de la medina (de finales del s. XV). Muy sobrio, muy silencioso, muy serio y muy elegante. Pensábamos pasear sólo para conocerlo, así que nos caminamos la planta baja: un patio con una fuentecita en medio, llena de pétalos de rosas, y luego subimos a ver la terraza… hasta que un olor delicioso a couscous nos hizo quedarnos a comer.

Compartimos un menú de couscous con unas mini ensaladitas y postrecitos árabes y a pesar de haber pedido sólo para una persona, quedamos los dos más que satisfechos. Yo normalmente no soy nada fanática del couscous, pero estando aquí no queda de otra que comerlo, y realmente vale la pena. Hoy es viernes, y en Marruecos dicen que los viernes son los días para comer couscous, porque aparentemente la gente trabaja menos, y así tienen tiempo de prepararlo y de digerirlo con calma. La verdad, estuvo muy rico, y las mini ensaladitas (una de auyama dulce y la otra de brócoli) también nos gustaron mucho. Ya casi se nos habían acabado los dirhams y aquí no aceptan tarjetas en casi ninguna parte… menos mal que Fran tenía un billetico de 20€ que nos permitió pagar y nos salvó de pasar una pena horrible.

Otro punto importante a conocer era el Palacio Bahia. Lo habíamos planificado visitar ayer, pero como lo cierran a las 4:30pm no nos había dado tiempo. Al terminar de comer ya eran las 3:00, así que decidimos irnos a paso ligero, recorriendo la medina sin distraernos mucho para poder salir de eso hoy. Este sí era un palacio gigante, así que llegar a él fue bastante fácil. 
Caminamos hacia el sur por la medina por una calle-zoco muy linda, entramos por un lado de la plaza Jemaa el-Fnaa y salimos por el lado opuesto y seguimos caminando por una calle bastante menos linda, pero llena de cosas interesantes, como talleres artesanales que usan cauchos viejos para hacer muebles muy lindos (mesas, marcos de espejos y cosas así). Pasamos también varios baños turcos (hammams) y Fran pensó que le parecería buenísimo entrar a alguno de ellos. Como son hombres y mujeres por separado yo no me sentí muy cómoda con ese plan, así que quedará para algún otro viaje. Más tienditas, más señales de Riads (que leímos que por aquí quedan los más baratos por estar cerca del barrio judío, que es la zona más pobre de la medina) hasta que salimos de esa calle y llegamos a algo que parecía el centro de Caracas, o de cualquier otra ciudad medio caótica. Por allí era la entrada al palacio Bahia.

Bahia me suena a “bahía de los piratas”, pero no tiene nada que ver: “Bahia” significa “bella”, y se pronuncia de manera tal que esas dos palabras suenan prácticamente igual: algo así como “Beiia”… ¡Es impresionante darse cuenta de la cantidad de similitudes que hay entre nuestro mundo y el árabe, la influencia en el idioma, en la arquitectura, en los adornos!. Miles de cosas que yo juraba que eran completamente españolas o coloniales, ahora estoy empezando a percatarme que en realidad son árabes. Este palacio se llama así porque lo construyeron a finales del siglo pasado con el plan de que fuera el palacio más bello. Dicen que es una muestra de las capacidades ornamentales de los artesanos marroquíes. Tiene varios patios y varios salones, algunos de visitas y algunos del harem. En él vivió un esclavo que se convirtió en visir (Abu Bou Ahmed).  Al igual que el palacio del museo no es un sitio antiguo, pero las decoraciones (sobre todo las de los techos) son exageradamente bellas, haciendo honor a su nombre. 

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Día 3 -Parte II: MARAKECH: Ciudad de contrastes


Finalmente decimos salir de nuestro lindo y relajante Riad. El plan era ir a la plaza y de allí agarrar un taxi hasta un jardín que quedaba en la nouvelle ville (Le jardin Majorelle). Empezamos siguiendo las explicaciones detalladas, pero había un punto donde seguí el  flujo del camino y en realidad lo que teníamos que haber hecho era entrar en un zoco por una puerta grande. La calle fue cruzando poco a poco y terminamos caminando como 20 min alejándonos cada vez más de las calles turísticas. Cuando ya estábamos convencidos de que yo no tenía ni idea de donde estábamos, y de que -peor aún- que esa dirección no nos iba a llevar a ningún lado útil, resolvimos tratar de regresar por el mismo camino por dónde vinimos a ver si encontrábamos el error… peeero, no sólo NO encontramos el error sino que no encontramos el camino por donde nos habíamos metido. Cuando llegamos a una calle medio principal preguntamos y gracias a Dios ya estábamos en una calle que llegaba a la plaza… sólo que íbamos en dirección contraria… jaja!, media vuelta (de nuevo) y ya… en 5 minuticos más ya estábamos de nuevo rodeados por todos lados de vendedores y cada vez venían menos insumos para los marroquíes y más recuerditos turísticos, y finalmente… LA plaza!

La plaza Djemaa el-Fnaa es gigante, y tiene una forma completamente irregular, es como una silueta de una mariposa asimétrica (al menos vista en el mapa), en la vida real es un espacio abierto, muy grande y muy irregular…. Pero lleno de cosas divertidas y de cosas que dan pánico. Maravillosamente a mí no me acosaban para nada, en cambio a Fran lo jalaban para acá y para allá “amigo!... amigo!”: le encaramaron un mono encima, luego una culebra en el cuello, luego le querían vender no sé qué cosa… yo al lado de él como si fuera transparente J.

Lo que más me emocionó fueron los encantadores de cobras… aunque las cobras eran más bien pequeñas, estaban allí paraditas, medio bailando al son de la música que les tocan… pero parecen como drogadas, no deben ser animalitos muy felices. Los monos son gigantes, me imagino que los tienen allí para que uno se tome fotos. Una os demasiado loca que no logro entender son unos supuestos dentistas que se ponen ahí, con una mesa llena de dientes y dentaduras y lo que parecen unos alicates en las manos… será que de verdad alguien se saca los dientes allí!?? . Aparte de eso, y en una nota mucho más normal, venden mucho jugo de naranja recién exprimido, yo AMO el jugo de naranja, pero como leímos que los vasos casi nunca los lavan, no me atreví a tomarme uno.

No nos distrajimos mucho, puesto que a esta plaza volveremos varias veces más, así que siguiente misión: Conseguir un taxi. Marwen nos explicó que los taxis no debían de costarnos nunca más de 20 dirhams (~2). El primero nos quiso cobrar 80 MAD así que salimos de la plaza a ver si eran más razonables, y finalmente conseguimos a uno medio pillo, pero que finalmente accedió a los 20 dirhams. Estuvo todo el camino parloteando entre inglés, francés, árabe y español, y nosotros muertos de la risa hasta cuando intentó darnos el vuelto incompleto. Moraleja: Dentro de la ciudad, nunca hay que pagar más de 20MADs (MAD = dírhams), y con sólo saber eso ya uno se siente en tranquilidad de negociar con cualquier taxi….Ese es tema de la negociación, si uno no tiene idea de cuánto es el valor real de las cosas, casi siempre siente que el vendedor te está tomando el pelo (porque él sí que sabe cuánto debería de costar)… por eso casi siempre nos sentimos en desventaja. Saber el valor aproximado, te da una ventaja inmensa.

El jardín Majorelle, es la cosa más diametralmente opuesta a la medina que uno se puede imaginar. En la medina todo está como medio sucio, lleno de tierra, vendedores intentando abordarte, muchos ruidos, olores y personas. Este jardín, es un lugar silencioso, con fuentecitas relajantes, pulcro y siempre se ve recién pintando de colores contrastantes,  azul rey, amarillo pollito, rojo (seguro deben de pintarlo como 4 veces al año). Lleno de cactus por un lado, palmeras por otro, fuentecitas y  trinitarias y enredaderas por doquier. Es un jardín sin grama, tiene caminerías de piedra o con piso de cemento pulido rojo, y muchos banquitos para relajarse un rato.

Fue diseñado por un francés (Jacques Majorelle) que se vino a Marruecos alrededor de los años 20 ó 30. Luego cuando él se murió, Yves Saint-Laurent (YSL) con su novio lo compraron y lo anexaron a su fundación  para conservarlo y  preservar ese hermoso patrimonio. YSL le tenía mucho aprecio al sitio, tanto que pidió que cuando se muriera esparcieron sus cenizas allí, y por eso desde su muerte hay un pequeño monumento a YSL en el jardín. También hay un museo de arte marroquí, al que decidimos no entrar, y una mini galería de tarjetas de navidad de YSL, una por cada año y todas haciendo referencia a la palabra “love”. La verdad nos gustó mucho, sobre todo como escape del caos de la medina… vale la pena verlo, y aquí se evidencia que tanto Majorelle como YSL fueron tremendos artistas.

Saliendo de allí nos percatamos que no nos habíamos desayunado… y ya eran como las 3. Cuando pasamos de venida, entrando al jardín vimos una pizzería que estaba full y que se tenía muy buena pinta y decidimos comer allí. Hoy nos salió descanso, tanto de la comida especiada, como del caos de la Medina… las dos perdidas que nos echamos más temprano nos dejaron exhaustos.

Una ensalada marroquí (parecida a la de Sirocoo pero menos exquisita), una pizza vegetariana y dos cafecitos después, decidimos continuar el paseo por la nouvelle ville. La nouvelle ville es la ciudad que está afuera de la medina, la que diseñaron y construyeron franceses y españoles al establecerse aquí (finales del s. XIX y principios del s. XX). Sigue pareciéndome muy curioso que aunque los edificios son de diferentes alturas (entre 2 y 7 pisos) y formas, todos, absolutamente todos sin excepción son rojos. Tonalidades más claras o más oscuras, pero todas tirando a rojizo o color ladrillo)… pero de ladrillos concretamente hay muy poquitos.

Paseamos por las calles recomendadas en la guía, la calle Yugoslavia y la Rue de la Liberté, en donde encontramos la tienda de antigüedades más espectacular que he visto en mi vida. Tenían puertas viejas, techos, esculturas, pinturas, dagas, alfombras… casi todo de súper buen gusto. Menos mal que vinimos pelando, porque haber escogido algo habría sido extremadamente difícil…

Marrakech afuera de la medina es parecido a Caracas. Carros parecidos, clima parecido, construcciones parecidas (exceptuando el color), una suciedad parecida, hasta la gente es parecida… Vimos que los uniformes escolares aquí son ropa normal con una bata blanca por encima (como nuestras batas de laboratorio en el colegio). Niñas y niños mezclados, algunas chamitas con velo pero la mayoría sin. En general, muchas de las mujeres en la parte moderna de la ciudad no llevan la cabeza cubierta, pero igual no se quedan paseando ni se sientan a tomarse nada. En los cafés y “hangeando” sólo hay hombres, las mujeres siempre están como de paso. Lo que sí es diferente de Venezuela, es que en vez de haber matas de mango, araguaneyes, apamates o chaguaramos, aquí  lo único que hay son palmas moriches… y hay muchísimas por todos lados. ¿Tiene sentido que nosotros llamemos a esas palmas “moriches”, por ser “moras”, verdad!?

Caminando y caminando, pasamos por un barcito que se llama “Mama Africa” que nos picó el ojo. Un lugar completamente de reggae… ese tipo de sitios que lo ves e inmediatamente te provoca una birra. Decidimos entrar y cuando nos dan el menú, vemos que no hay ni una sola bebida alcohólica!!!... terminamos cayéndonos a smoothies: uno de cambur y piña, y luego uno más exótico de parchita, cambur y aguacate… a mí se me abrió el apetito y pedí unos briouats (hojaldres rellenos) de queso que estaban muy ricos. La gente en ese sitio se veía muy feliz y muy alegre, fue muy chévere a pesar del shock inicial de la falta de alcohol.

Finalmente llegamos de regreso a la medina, y entramos otra vez por la plaza Djemaa el-Fnaa, que sin duda es el centro neurálgico de esta ciudad. Entrando a la plaza está en un lado el Club Med… da risa porque es como un oasis dentro del caos que es la plaza. La plaza es la protagonista de Marrakesh y es como si estuviera viva: de noche cambia completamente y se vuelve por un lado teatro y por otro restorán. Los restoranes son pequeños tarantines enumerados que venden más o menos todos lo mismos, carnes, tajines, sopas y dulces… uno pasa cerca de ellos y de cada uno van saliendo vendedores “simpatiquísimos”, que reconocen que somos latinos, que nos hablan en español, y nos aseguran que lo suyo es “más barato que en el Mercadona de Valencia”… wtf! Jaja,  además de ser lo más pana de la vida, cada uno te asegura que la comida de su stand es una delicia, dicen además que te regalan las bebidas, que es el sitio más “b-bueno, b-bonito y b-barato” de la plaza… cuando les dices que “ahora no, gracias”, te insisten con un abrazo que vuelvas luego, pero que sobretodo te recuerdes de su número particular: “vale, vuelve luego!, pero seguro seguro!, recuerda el número 83!!”… como los dos todavía sentíamos que acabábamos de comer decidimos pasar.

Respecto a la parte artística de la plaza hay músicos, payasos, y hombre disfrazados de bailarinas belly dancers (travestis o actores, no lo sé). Hay muchos diferentes espectáculos todas las noches… dicen que el entretenimiento no ha parado desde hace 1000 años… llueva, truene o relampaguee siempre hacen algún show, y por eso la plaza -con sus shows- son patrimonio artístico de la UNESCO. La mayoría de los espectadores son marroquís que vienen a divertirse un rato. Nos consta que a pasar de la lluvia, los artistas le echan pichón, porque al poquito rato de llegar empezó a llovernos encima… y la gente como si nada. Nosotros nos quedamos como media hora viendo a varios grupos musicales, hasta que ya yo estaba empapada y pasando frío y me provocó regresar al hotel.

Compramos unos dulcitos árabes en vista de que no cenamos y esta vez (¡por fin!) sí logramos llegar sin ningún pelón al Riad, pero eso sí, con mucha lluvia… El camino que recorrimos fue divertido, porque había un cruce que parte de la explicación era que tenías que oler con atención, y si no sentías mucho olor a especies estabas mal (justo allí durante el día quedaba un zoco de especies). Llegué emparamada, pero no me importó porque la encantadora habitación, y el agua hirviendo de la ducha fueron una maravillosa recompensa.

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Día 3 -Parte I: Llegada a MARAKECH


Hay noches que uno está empeñado en se va a quedar dormido y pasa toda la noche con un estrés subconsciente. Anoche fue una de esas noches para mí. El despertador estaba puesto a las 5.15… pero yo me desperté un montón de veces: a las 230, a las 4, a las 5…. Todas jurando que se me había pasado el despertador.  A las 5:10 empezó la llamada a rezar y por fin decidí que ya esta vez sí era hora de despertarme… Rapidito terminamos de recoger todo y salimos pirados a la parada del l bus que salía (y que) a las 6am.

Decidimos probar la otra línea de autobuses, que estaba más recomendada, y que además nos quedaba a un pasó del Riad. Se llaman Supratours, y eran mas cómodos (aunque el espacio de las piernas era más pequeño),y… pues no tenía la decoración de chicles viejos que tenía el bus de CTM, ni tampoco la misma cantidad de moscas en la parada. Gracias a unos maravillosos reposa cabeza y a que no hizo parada intermedia, me dio la sensación de que luego de que salimos de Essauira me dormí como 15 minutos… y ya estábamos en la estación de Marrakech!

Como era nuestro plan, decidimos aventurarnos y caminar no sólo hasta la medina (ahorrándonos en taxi y conociendo la ciudad), sino hasta nuestro Riad. Además decidimos caminar sin pedir ayuda (o mejor dicho sin pagar ayuda). Dos días en Marruecos nos hicieron creer que viendo mucho el mapa y tratando de ser fieles a nuestras brújulas internas podíamos llegar a una dirección que no sale ni en google maps.

Caminamos por la nouvelle ville hasta la entrada de la medina sin ningún rollo… eso era como la mitad del camino. Luego entramos a la medina por la puerta más cercana que casualmente también era Bab Doukkala (Doukkala es una ciudad marroquí).

Por este lado la medina parece como un barrio venezolano, pero con mucha actividad comercial, callecitas enrevesadas, algunas techadas y otras no, con motos bicis, carruajes de burros, y carruajes de caballos (en Marrakesh si hay algunas pocas calles donde pueden entrar carros). Hay gente yendo y viniendo, algunos caminando rápido, otros más viejitos cojeando y caminando lentico. Hay niñitos jugando y sobre todo muchas personas queriendo hacer de guías y preguntándote para dónde vas y convenciéndote de que necesitas ir con ellos a algún sitio o comprarles algo.

Teníamos un aproximado en el mapa de dónde era… pero el rollo es que las calles son caminitos irregulares, no van ni remotamente en línea recta y  sólo algunas poquitas dicen los nombres. Lo peor es que si te pones a pedir direcciones, en vez de responderte “por aquí” o “por allá”, insisten en llevarte y cobrarte por la ayudita. No era por no pagar, sino que de verdad queríamos hacer el intento. Aunque es una lástima que sea un compromiso de dar plata cada vez que uno pregunta algo. ¡Nunca en mi vida había extrañado tener conmigo una brújula como en Marruecos!

En contra de todo pronóstico, luego de sólo habernos echado una mini perdida de como 5 minutos, llegamos al nuestro Riad, que no tenía ni siquiera un letrerito afuera: tuvimos suerte de que cuando ya estábamos muy cerquita (~50m) unos niñitos nos oyeron diciendo el nombre del Riad y la calle, y nos Señalaron el último cruce a un mini callejoncito en donde está el Riad Dar Nouba… 1h30 después, finalmente ¡llegamos!

El hotelito es bello, impresionante como la arquitectura colonial se parece a eso. Es un Riad también, con tres pisos todos centrados en el patio que tiene fuentes, flores  y palmas y  mueblecitos para sentarse. Nuestra habitación está prácticamente en el patio. Todo se ve muy cuidado y limpio… Sigue siendo un shock total entrar por una puerta nula, desde un tierrero en un callejoncito perdido, a un sitio como éste. Contraste total. El encanto marroquí.

Nos abrió el dueño, un chamo marroquí con pinta de sifrino que nos estaba esperando. Se llama Marwen y maneja la posada con su esposa que es una belga a la que vimos muy poco. Inicialmente pensamos que éramos (al igual que en el Riad anterior) los únicos huéspedes, pero había una pareja de españoles que aparecieron después. Este Riad tiene sólo 4 habitaciones. Cada una decorada de manera diferente y al igual que el Riad anterior, con un esmero máximo. La nuestra se llama “Telouet”, como la ciudad natal de Marwen, y la decoración de este cuarto es toda traída de ese pueblito.








La habitación es perfecta, muy elegante, nada sobrecargada, con todos los detalles súper cuidados. El piso de cemento pulido como rojo viejo, las paredes blancas y los muebles de madera oscura. Las cortinas, la alfombra y las cosas de la cama son blancas, beige claro y con los detalles en rojo sangre. Las flores rosas rojas, los cuadros de cuerditas rojas de diferentes tonos. Las lámparas marroquíes de metal, con diferentes modelos cada una más bella que la otra.  La puerta y las ventanas son gigantes, la puerta en forma árabe, las ventanas coloniales. No hay ni candado para cerrar el cuarto, pero todo está como abierto al patio, debe ser súper seguro porque ellos tienen de todo allí.  En cambio puerta al baño no hay, sólo una cortina de separación. El baño es azul con blanco también muy lindo, con cerámicas que parecen mosaicos. Toda esta posada incluyendo el patio me recuerda demasiado de Cariaprima, quizás por el estilo “colonial”, o quizás por el piso de cemento pulido rojo y la pared blanca… no sé exactamente por qué, pero hay algo que hace que me sienta como en mi casa.

Como el madrugonazo nos dejó bastante cansados no teníamos casi ganas de movernos. Así que después de echarnos un ratito y merendarnos las galleticas y el pan que yo tenía guardado, nos tardamos más de una hora en salir del cuarto. Marwen nos estaba esperando para darnos instrucciones muy detalladas de cómo llegar a la Plaza principal Djemaa el-Fnaa (con planito incorporado), creo que pensaba que no entendíamos mucho inglés, porque nos habló lentico y repitió todo como mil veces. Dijo que era como 12 minutos caminando. Y además dijo que de todas maneras era probable que nos perdiéramos 1 vez, pero sólo una, después ya íbamos a estar ubicados.  En mi mente yo le entendí: “es facilito, sigues todo recto hacia el sur y listo”... jaja, nada más alejado de la realidad.



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Día 2- parte II: La tarde en la medina de ESSAUIRA


Regresando de la playa pasamos por el puerto antes de volver a entrar a la medina, tratando de ver si pillábamos algo interesante alrededor de la filmación. Sólo vimos de cerca a gente disfrazada de esclavos, algunos de los cuales tenían unos trapos negros encima, unos trapos que parecían manticas de IKEA de color negro… y nos morimos de la risa cuando a una actriz que vimos de cerca (porque nos pasó por al lado para ir al baño) efectivamente se le veía sobresaliendo la típica de etiqueta de IKEA por un lado del disfraz! Jajaja!!. Como en realidad no había mucho que ver ahí, nos fuimos a pasear por la medina.

Aquí se llama “medina” al equivalente de un casco histórico. Las ciudades suelen tener en el centro la medina y en los alrededores la parte moderna de la ciudad (o ville nouvelle). Algunas medinas están rodeadas de murallas (entre las ciudades con murallas famosas están tanto Essauira como Marrakesh, que las tenían para defenderse de piratas o invasores en general). Adentro de las medinas no suelen entrar carros, pero si hay motos, bicis, gente con carretillas, carretas de carga jaladas por burros y carretas de caballos con gente paseando. Algunas calles son empedradas, otras de tierra y otras de mini piedritas. Las calles más pequeñas son de escaso metro y medio de ancho, pero otras más principales son mucho más anchas con vendedores a ambos lados y algunas con vendedores hasta en el centro. Hay una regla tácita de tránsito y la mayoría de la gente se pega de su lado derecho al caminar, pero igual hay una sensación perpetua de que sentir que uno está a punto de ser atropellado.  

Hay muchas de las callecitas de las medinas que están techadas, da la impresión de que las casas se unen por arriba… me imagino que es por eso que muchas de estas direcciones no salen ni en google maps. Quizás también por eso los planos son bien poco detallados, al final hay poca diferencia entre un pasillo de una casa y una callecita pequeña.

En las medinas hay bastantes cosas claramente destinadas para los turistas, como tienditas de recuerditos, o como los Riads y los restorancitos regados por aquí y por allá; pero parece que la mayoría de las cosas que hay son parte de la vida diaria de los marroquís. Además de haber una mezquita como cada 200m (identificadas por sus minaretes, que son los edificios más altos de la ciudad), hay artesanos y comerciantes en todos lados: costureros, peluqueros, carpinteros, ebanistas, herreros, carniceros, gente vendiendo especies (canela, pimienta, sésamo, romero, azafrán y mil otras que hacen que todo el ambiente esté sazonado), frutas de todo tipo, caracoles, aceitunas negras, verdes, rosadas… Todo se ve muy  apetitoso, exceptuando los caracoles (escargots) cuyo olor me parece un poco raro.  En algunas partes hay concentraciones de puras tienditas o zocos, y es como estar allí da la sensación de pasear por un mercado libre gigantesco.

En Essauira hay tres calles principales, y empezamos la tarde caminándolas. Dos van de este a oeste y una de norte a sur. Dos de estas calles hacen una gran cruz que comunica las 3 puertas de medina (dos puertas dan hacia la ville nouvelle y una hacia el puerto). Estas calles están llenas de tienditas para los locales vendiendo cosas del día a día. La otra calle importante tiene ventas de artesanías, cuadros y cuadritos, cositas de barro, artesanías de madera, de tela, de lamparitas árabes, de alfombras, y también de ropa, babuchas y cualquier otra cosa de cuero que uno pueda imaginarse. Todo muy colorido y muy lindo… pero si uno se queda viendo cualquiera de todas estas cosas por más de un segundo, te brincan encima y no te dejan irte liso sin comprar algo, por eso hay que pasar viendo todo con la visión más fotográfica que uno pueda desarrollar y tratar de absorber rápidamente los olores y los colores.

Luego hay callecitas que rodean la muralla por dentro, y todo lo demás son mini callejuelas zigzageantes también llenas de tienditas y pequeñas bodeguitas, de Riads, de niñitos corriendo,  vagos intentando sacarle plata a los turistas perdidos y miles de gaticos. Nos llamó la atención que en Marruecos en general no hay casi mendigos, sólo alguna que otra señora con un bebecito enfermo en una esquina, o algunos viejitos pidiendo limosna. Y otra cosa impresionante (para nosotros los caraqueños) es que a pesar de sentir un estrés constante de perderse o de ser atropellado, aquí parece que no roban nada, en ese sentido Marruecos es muy seguro. Yo por ser mujer, y habiendo tantos hombres y tan pocas mujeres en la calle, no me sentiría a gusto caminando sola ni un segundo, pero la sensación de que a uno lo van a robar no existe. Leí que el ~95% de la población marroquí es musulmana y los musulmanes entiendo que no pueden dejar que nadie pase hambre, así que la gente no roba para comer, y aparte de eso el robo está súper castigado y mal visto…. Pero otra cosa muy diferente es que te dejes estafar como un bobo, lo cual uno sí siente que está a punto de pasar todo el rato.

Caminamos también por el segundo set de filmación que hoy si estaba abierto y de hecho ya estaban recogiendo todo porque ya como estaban terminado de filmar en Essauira. Este set era en la parte que uno puede recorrer a pie encima de la muralla, la parte que la murralla que da al mar. Está llena de cañones españoles del s. XVIII, con grabados y firmas del lugar donde los habían fabricado (Catalunya, Valencia…). 

Se veían vistas bellísimas hacia la medina, el puerto, las islas y el mar  con unas rocas muy grandes cerca de la muralla. Mucho sol, brisa, gaticos y gaviotas… y por todos lados un leve olor a pescado fresco.

De repente me dio como un sofocamiento por el calor (porque como estaba embojotada con mi bufandita sentía que no me llegaba el aire) y me provocó sentarme a tomar un refresquito y a fran le provocaba un té. Nos lo tomamos en el café d’horloge (horloge es reloj en francés) que está en una placita muy particular  del pueblo, por tener el único minarete con reloj y los únicos árboles (que son de caucho).  

Más tarde, como ya habíamos recorrido las calles principales de punta a punta, empezamos a recorrer las secundarias en donde no se ve casi ningún turista. Nos quedamos encantados porque era la hora de los niñitos regresar del colegio y estaban muy animadas. Durante este paseo nos quedamos conversando con unos artesanos de madera que tenían un mini taller completamente destartalado (al igual que sus dueños). Hablaban un escaso anglo-francés, y el más sociable de ellos que se llama Mohammed El Benini (al que le faltaban como 4 dientes y los que todavía tenía, se le veían en bastante mal estado) entendió que Fran era gringo y yo Venezolana y nos dijo que “América, Venezuela y Marruecos era todo un gran pueblo…”, también nos contó que de chiquitico había conocido a John Wayne y nos dijo que toda su vida y su familia giraba en torno a la artesanía de madera y nos mostró fotos de cuando era un chamito. 
Nos invitó a sentarnos y nos ofreció un tecito con menta, pero yo no me atreví a tomármelo porque el sitio se veía como un desastre y porque ellos los dos parecían estar al menos un pelín high. Fueron muy cómicos y simpáticos, incluso nos pidió que si volviéramos a Essauira lo buscáramos para saludarlo de nuevo, y además nos pidió nuestro email para escribirnos, pero yo honestamente no creo que ese mail llegue nunca… y por si alguien se quedó con la duda: Sí, por supuesto que terminamos comprándoles algo: un potecito muy lindo de madera jeje, nuestro recuerdito de Marruecos.

Podíamos habernos saltado el almuerzo, pero como yo desayuné poco estaba hambreadita y nos sentamos en un cafecito (café Glacial) que está justo en la esquina de dos calles bastante concurridas y comimos un sanduchito de vegetales asados y queso (súper exquisito), acompañado de té de menta, nada muy pesado porque ya era medio tarde y tenemos reservado para cenar a las 8. Nos sentamos en el café a ver pasar a la gente y a descansar un poco mientras caía la tarde. Vimos gente yendo y viniendo como casi por una hora, turistas y locales, viejitos, jóvenes, bebés, de todo. Algunos paseando, otros haciendo diligencias.

Vimos pasar a los únicos chinos que vimos en todo el viaje, e incluso a los franceses de nuestro hotel que nos saludaron simpáticamente. Vimos pasar como 7 veces a una señora con un poco actitud de loca, con los ojos árabes, muy negros, los ojos más enigmáticos que he visto en mucho tiempo. Sentados detrás de nosotros había un grupito de marroquíes conectadísimos: todo el tiempo que estuvimos allí venía gente a saludarlos muy cariñosamente, o se levantaban ellos a saludar a transeúntes… una de dos, o eran la gente más pana del mundo, o estaba en algún negocio raro. Pero, ya se estaba haciendo de noche y yo empecé a tener mucho frío, así que regresamos al hotel a buscar sweateres y descansar un ratico antes de la cena. Subimos a la terraza del Riad y el atardecer estaba precioso...

Esa cena fue la cosa más rica que nos comimos en todo el viaje (lo puedo decir con propiedad porque ya se acabó el viaje – el blog lo escribí medio en desorden). Fuimos a un restaurant que se llama “Sirocco”, que significa “gaviota”, muy apropiado porque yo nunca había visto tantas gaviotas juntas como en Essauira. En cuanto a decoración era la antítesis del sitio de ayer… todo en beige y color madera, con ningún cuadro pero con relieves árabes en las paredes y lámparas típicas marroquíes, muy bonito, pero también mucho más serio y austero, pero muy lindo igual. Comimos una ensalada marroquí,  una “pastilla” de pollo (otro plato típico de aquí) y un couscous también de pollo. La ensalada era una torrecita (en forma de conito) de tomates y pimentones picaditos con un pelín de tapenade en el tope del cono, sazonado con algo que no sé que era pero estaba excelente. El couscous tenía, aparte de la sémola y el pollo, auyama, calabacín, zanahoria, y un topping de pasas con cebolla caramelizada… y se nota que estuvo horas de horas cociéndose, una maravilla la verdad. Y la “pastilla”!!! …la pastilla fue lo que a mí más me gusto de todo, era como un hojaldre que envolvía pedacitos de pollo con una mezcla de almendras, azúcar y canela, y luego de ya afuera del horno el pusieron por arriba una capa de canela, a la que yo misma le exprimí un limón por arriba, todo eso resultando en una cosa demasiado exquisita. De postre -para rematar- pedimos un fondant de chocolate (que fue lo que ellos nos recomendaron), estaba rico pero era raro, estaba frío y acompañado de helado de limón. El fondant estuvo bien bueno, pero yo no dejé de pensar en toda la noche en cuánto me gustó la fulana pastilla esa. En Essauira es un must ir a ese sitio, tan es así que Fran dice que deberíamos escribirle a la gente de Lonely Planet para que lo incluyan en su guía.

Y en el Sirocco además de la magnífica cena (que afortunadamente no fue muy cara), hubo show también. Sin malabares, pero la música fue tan buena que no necesitaba ningún adorno, de hecho nos quedamos como una hora después del postre sólo para escucharlos un poquito más; y llegamos a la conclusión de que como aquí no se consume alcohol, los músicos en vez de tocar en bares, tocan en restoranes. Era un grupito de reggae-marroquí que versionó principalmente a Bob Marley, pero incluyeron hasta a Celia Cruz con su guantanamera. La música y la voz sonaban perfecto,  con un toque africano, pero era comiquísimo que muchas de las palabras (en inglés y español) estaban totalmente cambiadas: “Yo soy un hombre sin-cerro… de donde crece la palma” ó “Little darring, stirr it up!”… Además el cantante, quitándole los pelos rulos largos, y el color oscurito de piel era el doppelgänger de Nico mi primo! … demasiado cómico!! tenían la misma sonrisa gigante espectacular, la misma postura, la misma expresión… fue super chévere ver a “Nico” cantando tan inspirado.

Regresando al hotel otra vez vimos miles de gatos y gaticos que adornan muchísimo el ambiente, durmiendo, husmeando, paseando, algunos felices comiendo unos restos de pescado, otros medio cieguitos pasando trabajo. Ser gato callejero en marruecos  debe ser difícil para los gaticos chiquitos, pero una vez que crecer debe ser uno de los mejores lugares en donde pueden estar. 


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