Aquí se llama “medina” al equivalente de un casco histórico. Las ciudades
suelen tener en el centro la medina y en los alrededores la parte moderna de la
ciudad (o ville nouvelle). Algunas medinas están rodeadas de murallas (entre
las ciudades con murallas famosas están tanto Essauira como Marrakesh, que las
tenían para defenderse de piratas o invasores en general). Adentro de las medinas
no suelen entrar carros, pero si hay motos, bicis, gente con carretillas, carretas
de carga jaladas por burros y carretas de caballos con gente paseando. Algunas
calles son empedradas, otras de tierra y otras de mini piedritas. Las calles
más pequeñas son de escaso metro y medio de ancho, pero otras más principales
son mucho más anchas con vendedores a ambos lados y algunas con vendedores
hasta en el centro. Hay una regla tácita de tránsito y la mayoría de la gente
se pega de su lado derecho al caminar, pero igual hay una sensación perpetua de
que sentir que uno está a punto de ser atropellado.
Hay muchas de las callecitas de las medinas que están techadas, da la
impresión de que las casas se unen por arriba… me imagino que es por eso que
muchas de estas direcciones no salen ni en google maps. Quizás también por eso
los planos son bien poco detallados, al final hay poca diferencia entre un
pasillo de una casa y una callecita pequeña.
En las medinas hay bastantes cosas claramente destinadas para los turistas,
como tienditas de recuerditos, o como los Riads y los restorancitos regados
por aquí y por allá; pero parece que la mayoría de las cosas que hay son parte
de la vida diaria de los marroquís. Además de haber una mezquita como cada 200m (identificadas por sus minaretes, que son los edificios más altos de la ciudad), hay artesanos y comerciantes en todos lados:
costureros, peluqueros, carpinteros, ebanistas, herreros, carniceros, gente
vendiendo especies (canela, pimienta, sésamo, romero, azafrán y mil otras que
hacen que todo el ambiente esté sazonado), frutas de todo tipo, caracoles,
aceitunas negras, verdes, rosadas… Todo se ve muy apetitoso, exceptuando los caracoles
(escargots) cuyo olor me parece un poco raro. En algunas partes hay concentraciones de puras
tienditas o zocos, y es como estar allí da la sensación de pasear por un
mercado libre gigantesco.
Luego hay callecitas que rodean la muralla por dentro, y todo lo demás son
mini callejuelas zigzageantes también llenas de tienditas y pequeñas
bodeguitas, de Riads, de niñitos corriendo, vagos intentando sacarle plata a los turistas
perdidos y miles de gaticos. Nos llamó la atención que en Marruecos en general
no hay casi mendigos, sólo alguna que otra señora con un bebecito enfermo en
una esquina, o algunos viejitos pidiendo limosna. Y otra cosa impresionante
(para nosotros los caraqueños) es que a pesar de sentir un estrés constante de
perderse o de ser atropellado, aquí parece que no roban nada, en ese sentido
Marruecos es muy seguro. Yo por ser mujer, y habiendo tantos hombres y tan
pocas mujeres en la calle, no me sentiría a gusto caminando sola ni un segundo,
pero la sensación de que a uno lo van a robar no existe. Leí que el ~95% de la población
marroquí es musulmana y los musulmanes entiendo que no pueden dejar que nadie
pase hambre, así que la gente no roba para comer, y aparte de eso el robo está
súper castigado y mal visto…. Pero otra cosa muy diferente es que te dejes
estafar como un bobo, lo cual uno sí siente que está a punto de pasar todo el
rato.
Caminamos también por el segundo set de filmación que hoy si estaba abierto
y de hecho ya estaban recogiendo todo porque ya como estaban terminado de
filmar en Essauira. Este set era en la parte que uno puede recorrer a pie
encima de la muralla, la parte que la murralla que da al mar. Está llena de
cañones españoles del s. XVIII, con grabados y firmas del lugar donde los
habían fabricado (Catalunya, Valencia…).
Se veían vistas bellísimas hacia la
medina, el puerto, las islas y el mar
con unas rocas muy grandes cerca de la muralla. Mucho sol, brisa,
gaticos y gaviotas… y por todos lados un leve olor a pescado fresco.
Más tarde, como ya habíamos recorrido las calles principales de punta a punta, empezamos a recorrer las secundarias en donde no se ve casi ningún turista. Nos quedamos encantados porque era la hora de los niñitos regresar del colegio y estaban muy animadas. Durante este paseo nos quedamos conversando con unos artesanos de madera que tenían un mini taller completamente destartalado (al igual que sus dueños). Hablaban un escaso anglo-francés, y el más sociable de ellos que se llama Mohammed El Benini (al que le faltaban como 4 dientes y los que todavía tenía, se le veían en bastante mal estado) entendió que Fran era gringo y yo Venezolana y nos dijo que “América, Venezuela y Marruecos era todo un gran pueblo…”, también nos contó que de chiquitico había conocido a John Wayne y nos dijo que toda su vida y su familia giraba en torno a la artesanía de madera y nos mostró fotos de cuando era un chamito.
Podíamos habernos saltado el almuerzo, pero como yo desayuné poco estaba hambreadita y nos sentamos en un cafecito (café Glacial) que está justo en la esquina de dos calles bastante concurridas y comimos un sanduchito de vegetales asados y queso (súper exquisito), acompañado de té de menta, nada muy pesado porque ya era medio tarde y tenemos reservado para cenar a las 8. Nos sentamos en el café a ver pasar a la gente y a descansar un poco mientras caía la tarde. Vimos gente yendo y viniendo como casi por una hora, turistas y locales, viejitos, jóvenes, bebés, de todo. Algunos paseando, otros haciendo diligencias.
Esa cena fue la cosa más rica que nos comimos en todo el viaje (lo puedo decir con propiedad porque ya se acabó el viaje – el blog lo escribí medio en desorden). Fuimos a un restaurant que se llama “Sirocco”, que significa “gaviota”, muy apropiado porque yo nunca había visto tantas gaviotas juntas como en Essauira. En cuanto a decoración era la antítesis del sitio de ayer… todo en beige y color madera, con ningún cuadro pero con relieves árabes en las paredes y lámparas típicas marroquíes, muy bonito, pero también mucho más serio y austero, pero muy lindo igual. Comimos una ensalada marroquí, una “pastilla” de pollo (otro plato típico de aquí) y un couscous también de pollo. La ensalada era una torrecita (en forma de conito) de tomates y pimentones picaditos con un pelín de tapenade en el tope del cono, sazonado con algo que no sé que era pero estaba excelente. El couscous tenía, aparte de la sémola y el pollo, auyama, calabacín, zanahoria, y un topping de pasas con cebolla caramelizada… y se nota que estuvo horas de horas cociéndose, una maravilla la verdad. Y la “pastilla”!!! …la pastilla fue lo que a mí más me gusto de todo, era como un hojaldre que envolvía pedacitos de pollo con una mezcla de almendras, azúcar y canela, y luego de ya afuera del horno el pusieron por arriba una capa de canela, a la que yo misma le exprimí un limón por arriba, todo eso resultando en una cosa demasiado exquisita. De postre -para rematar- pedimos un fondant de chocolate (que fue lo que ellos nos recomendaron), estaba rico pero era raro, estaba frío y acompañado de helado de limón. El fondant estuvo bien bueno, pero yo no dejé de pensar en toda la noche en cuánto me gustó la fulana pastilla esa. En Essauira es un must ir a ese sitio, tan es así que Fran dice que deberíamos escribirle a la gente de Lonely Planet para que lo incluyan en su guía.
Y en el Sirocco además de la magnífica cena (que afortunadamente no fue muy
cara), hubo show también. Sin malabares, pero la música fue tan buena que no
necesitaba ningún adorno, de hecho nos quedamos como una hora después del
postre sólo para escucharlos un poquito más; y llegamos a la conclusión de que
como aquí no se consume alcohol, los músicos en vez de tocar en bares, tocan en
restoranes. Era un grupito de reggae-marroquí que versionó principalmente a Bob
Marley, pero incluyeron hasta a Celia Cruz con su guantanamera. La música y la
voz sonaban perfecto, con un toque
africano, pero era comiquísimo que muchas de las palabras (en inglés y español)
estaban totalmente cambiadas: “Yo soy un hombre sin-cerro… de donde crece la palma” ó “Little darring, stirr it up!”… Además el cantante, quitándole los pelos
rulos largos, y el color oscurito de piel era el doppelgänger de Nico mi primo!
… demasiado cómico!! tenían la misma sonrisa gigante espectacular, la misma postura,
la misma expresión… fue super chévere ver a “Nico” cantando tan inspirado.
Regresando al hotel otra vez vimos miles de gatos y gaticos que adornan
muchísimo el ambiente, durmiendo, husmeando, paseando, algunos felices comiendo
unos restos de pescado, otros medio cieguitos pasando trabajo. Ser gato
callejero en marruecos debe ser difícil para
los gaticos chiquitos, pero una vez que crecer debe ser uno de los mejores
lugares en donde pueden estar.
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