lunes, 22 de octubre de 2012

Día 5- Parte II: despedida de Marruecos


Nos dió un ataque de hambre de esos que no dejar pensar mucho, así que escogimos un lugar relativamente cerca que tenía muy buenos reviews. Se llama Earth Café y es un sitio sencillito estilo vegetariano. Me llamo la atención que todo el sitio olía muchísimo a ajo, pero a mí el ajo me gusta así que no me molestó para nada.

El menú era una traducción fatal así que no sabíamos muy bien que habíamos pedido hasta que lo trajeron: unos rollitos de auyama con salsa de aceite balsámico, y un plato con un hojaldre de vegetales y queso de cabra con canela y no sé qué más. El sitio es chévere porque mezclan sabores marroquís con cocina moderna y nos gustó bastante la comida (pero me pareció medio caro para lo que era). Pedimos bebidas en exceso (1.5l de agua, jugo de naranja, refresco y hasta té “yogi” (esta vez no era de menta si no que olía a Marrakesh y sus especies) creo que estábamos medio deshidratados, pero no es de extrañar a nadie que después de esa cantidad de líquido tuve ganas de ir al baño toda la tarde jajaja. Las verduras y vegetales en marruecos son súper buenas, sobre todo comparadas con las de Madrid, aquí todo sabe mucho más rico… estando en marruecos provoca comer vegetariano de vez en cuando.


Yo tenía un asunto pendiente en la plaza, y como era la última tarde no podía esperar más: quería tomarme una foto con los encantadores de serpiente, especialmente con ellos tocándoles música a sus cobras. 
Pero la verdad fue medio decepcionante, porque las pobre culebritas deben estar bastante maltratadas, y además los tipos cuando me vieron que quería la foto dejaron de tocar sus flautas extrañas y me montaron otra culebra encima y le dejaron de parar bolas a las cobras (que eran las que a mí me llamaban la atención), y pretendían que les pagáramos 100 dirhmas! Jajaja!. 

Les dimos 10 y listo. Creo que las culebras deben de tener la boca cocida o algo así, porque los tipos las tratan como si fueran lo más inofensivo del mundo.  

Todos estos días entre las 4:30 y las 7pm, el tiempo en Marruecos se nos pasaba muy lento, supongo que era una mezcla del cansancio del día, la hora del burro y con que los museos/atracciones ya están cerrados. Sin ningún otro plan para hoy seguimos paseando por la plaza hasta la puesta de sol: un poquito más de baile con otros músicos, un poquito más de esquivar a los gnawas… y lo bueno es que cada vez que uno pasea ve cosas diferentes, así que nunca deja de ser interesante.

Mi impresión de los árabes es “dual”, en especial de los hombres porque a las mujeres las tratamos muy poco, y con las pocas que tratamos mayoría parecían medio amargaditas. Digo “dual” porque cuando no están siendo entrometidos o atacones, son muy muy amables y educados y tienen una cara de buena gente lindísima: ojos y sonrisa hermosos, como esa gente que no sabes porqué pero inmediatamente te cae bien… Peeeero, cuando están en plan de atosigar son como una plaga, y uno lo que quiere es que lo dejen en paz. Todos los que no están esperando nada de uno y que no están pendientes de ver cómo te sacan plata son un amor de gente. Marwen dice que esos tipitos entrometidos que están por ahí en la Medina cazando a turistas para llevarlos o traerlos son gente sin oficio y sin trabajo a la que simplemente le gusta el dinero fácil. Nos explicó que a los marroquís les da demasiada rabia que hagan eso, porque además de espantar el turismo son unos buenos-para-nada que típicamente terminan siendo drogadictos o pordioseros. Una lástima total… aunque yo pienso que las direcciones en la medina son demasiado confusas y casi parece que fuera a propósito, ya que señalizando las cosas mejor se evitaría parte del problema. Aparentemente si uno los ignora un rato ellos terminan por dejarte en paz, pero igual es una gran molestia.

Pero el cuento que les estaba echando lo dejé en la plaza abajo, así que sigo: Justo a la hora que se iba a poner el sol subimos a una terraza (Café de France) que queda en la plaza a ver como el sol se escondía y el cielo se pintaba de rosado justo en la dirección a la mezquita de la Kutoubia (sur-oeste) … en ese momento tan espectacular el color rojo de todos los edificios de Marrakech cobró sentido: el atardecer, la luz tenue y todo absolutamente todo a la vista se veía rosado o fucsia… ¡bellísimo!

Creo que es una de esas vistas que a uno se le quedan para siempre en la mente, un espectáculo total. Además la vista era bella 360o, y por ser el atardecer era hora de la oración: mirando para todas partes contamos como 14 mezquitas de donde salía el llamado por los altavoces. Cuando miramos hacia atrás (hacia el este) se veían los montes Atlas con nieve en sus piquitos y hacían que la vista fuera (si era posible) aún mejor.

Sentíamos que habíamos comido hace poco así que había que esperar un poco para cenar, pero ya yo estaba reventadísima y lo único que quería era sentarme a descansar un rato… Fuimos a la plaza de la Koutoubia que es mucho más calmada a pesar de estar al lado de Djemaa el-Fnnaa. Nos sentamos en una tarimita a ver a la gente y conversar, y aparentemente ese “EL plan” para esta hora: había un gentío haciendo lo mismo que nosotros. Fran me contó el emocionante final de su libro (que anoche lo acaba de terminar) que se trata de dos tipos que hacen senderismo por el Apalachian Trail y que le gustó mucho. Yo por supuesto entre el MBA (y el ahora el blog) tengo demasiado tiempo sin leerme nada tan chévere.

La última cena en Marruecos queríamos que fuera bien rica, pero como comer afuera aquí nos ha salido bastante caro, decidimos buscar esta vez un poco en función al precio, y esquivamos todos los lugares medio caros. Terminamos yendo a un restorancito -medina adentro- cerquita de la casa. Era de ambiente relajado y lindo pero sin mayores pretensiones. Se llama Souk Café. Pedimos Briouats mixtos de vegetales, carne y queso (¡esa es una de los cosas que más voy a extrañar!) y una carne guisada (que por una vez no era de tajín) y venía acompañada -pero en plato aparte- de couscous.
La carne sabía muy rico, con un aire a asado negro (¡uuf!).
Y de postre queríamos pedir lo más marroquí posible, que resultó ser oranges à la cannelle: naranja picadita con canela por arriba, muy sencillo pero exótico y rico. Totalmente recomendable el restaurant, era una lástima que estuviera bastante vacío.

Para rematar el viaje, ¡hoy tampoco pudimos llegar a la casa sin perdernos!!!... además nos dio la impresión que fue exactamente la misma perdida que nos echamos ayer, pero (como todo se parece) ni siquiera sabemos eso con certeza. El hecho fue que después de dar varias vueltas, llegamos a la tintorería en donde habíamos pedido ayuda anoche, y por eso a partir de allí ya nos logramos ubicar con la plaza Ben Youssef… ¡Y eso que estábamos súper cerca!, ¡qué horror!… Creo que ponerles el recorrido en un mapita puede ilustrar mejor lo que estoy tratando de explicar (hay que hacer click para ampliarlo y verlo bien):


  
Bueno... ya se acabó el viaje! A mí me encantó, y espero que ustedes se hayan entretenido un poco y que se hayan animado un poco a viajar y a contarme a mí sus aventuras. Pero a mí ya se me terminaron las vacaciones y pues será hasta la próxima oportunidad que viaje que siga escribiendo el blog … Empecé esta entrada el domingo en la noche antes de dormir en Marrakech, pero ahora es que la estoy terminando y ya es lunes por la tarde en Madrid... El regreso fue perfecto y sin contratiempos, pudimos cambiar los dírhams de vuelta a Euros (ellos también tienen control de cambio) y el tiempo del avión lo usé para organizar un poquito las ideas antes de terminar de escribir todos estos cuentos. En Madrid ya hace mucho frío L y en las calles uno extraña pasear sin estar acompañado de los gaticos. Ahora  me queda comprar algún día un libro de recetas marroquís y muchas especies para repetir esas comidas tan ricas hasta que volvamos a viajar para allá. Hoy al despertarme (con la musiquita de mi despertador) extrañé un poco el ruido del llamado a la oración, que aturde apenas uno llega a Marruecos, pero después de un par de días al oírlo desde que salen los primeros rayitos del amanecer, uno queda impregnado de ese ambiente místico por el resto del día.

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