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La primera visita de hoy era muy cerca del Riad: La Maison de la Photographie: Donde tienen una colección de fotografías realizadas por fotógrafos europeos sobre Marruecos y su gente desde finales de 1800 hasta ~1950 (alrededor de la fecha de la independencia de Marruecos de España y Francia).
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Las fotos son bellas, pero había muchas que ya las habíamos visto varias veces en postales o en afiches durante el viaje. Dos cosas me parecieron muy interesantes después de ver esta colección: por un lado ver como el siglo pasado fue una revolución total; muchos de los paisajes y las ropas de las primeras fotos podían pasar fácilmente como de la época de Cristo, o sea… durante más de 2000 años parecía casi no haber pasado el tiempo, y de repente en menos de 100 años hubo un cambio gigante: turismo, globalización, plástico, ropa más moderna, carros y motos… ¡una diferencia gigante!.
Lo segundo, es que en esas fotos las mujeres parecían
fantasmitas, envueltas de pies a cabeza de tela blanca y sólo a penitas se le
veían los ojos. Hoy en día (~60 años después) aquí en Marrakesh vemos que
aunque muchas siguen tapadas, sólo se cubren la cabeza, y además usan colores y
telas de todo tipo. Ya rematando la visita casa de la fotografía, subimos a la
terracita y concluimos que es la que tenía mejor vista de todos las que hemos visitado.
Nos tocaba atravesar la medina desde el norte hasta el sur, para llegar a
las Tumbas Saadíes. En el recorrido hasta allá nos metimos por todo el medio de
los zocos más importantes. Y todo era tan lindo y colorido que me provocaba
tener como 30 maletas para poder llenarlas de cosas y llevármelas de regreso a
Madrid y de regalos para Caracas…
pero por otro lado a mí no me gusta nada comprar así regateando cada cosa (me da como mucho estrés), así que decidí no comprar nada y deleitarme sólo con los ojos, haciendo una nota mental para volver algún día de compras y llevarme de todo:
lámparas, cojines, zapaticos de
cuero, babuchas para usar de pantuflas, bolsitos de cuero, mesitas de madera,
teteras, bufandas, alfombras, especies, perolitos de barro, cesticas… ¡hasta la
ropa me gusta!, batolas pantalones, vestidos y camisas árabes, cuerdas para las
cortinas, cuadros…Y hablando de planes hipotéticos para el futuro, otro plan
buenísimo es volver para Marruecos a buscar inspiración justo antes de
construir la casa de mis sueños (venir con el arquitecto o el diseñador). Los
patios, los jardines, las fuentes, los colores, las puertas, las lámparas, las
cortinas. Es un estilo que provoca copiar… Pero en fin, volviendo mi cuento, ese era mi plan: no comprar absolutamente
nada, pero había una personita demasiado especial a la que no pude dejar sin
recuerdito: Eduardito, mi nuevo bello sobrinito... De alguna manera le mandaré
el regalito a Caracas pronto J .
pero por otro lado a mí no me gusta nada comprar así regateando cada cosa (me da como mucho estrés), así que decidí no comprar nada y deleitarme sólo con los ojos, haciendo una nota mental para volver algún día de compras y llevarme de todo:
Llegamos finalmente a las famosas Tumbas Saadíes. Son una de las mayores
atracciones de ésta ciudad porque las decoraciones de sus techos y paredes son
de película. El sultán las hizo para inmortalizarse a él y su familia y tienen
absolutamente todo el detalle y el lujo que las decoraciones árabes pueden
llegar a tener. Son de finales del s XVI, pero por varios cientos de años
estuvieron escondidas y las redescubrieron hace poco, a principios del s. XX.
Las descubrieron porque están en una zona muy pobre de la ciudad (cerca del
palacio Bahia) y de repente sobresalían unos tejados verdes como fuera de
lugar… Efectivamente esa zona al sur de la medina se ve mucho más pobre. Como ya
habrán notado aquí en Marruecos todo es un contraste bárbaro, y justo detrás de
las tumbas empezamos a ver a hombres vestidos como botones (de hotel de lujo)
llevando maleticas y guiando a algunos turistas. Husmeando por ahí vimos que esos
botones venían o iban para el hotel La Sultana, del cual habíamos visto
folletos y sabíamos que es un espectáculo, pero sólo los huéspedes podían
entrar.
De la misma época de las tumbas es el Palacio Badi: nuestra siguiente
parada. Pero a diferencia de las tumbas está completamente en ruinas. Se puede
vagamente apreciar el espacio que ocupaba y la distribución, pero más nada.
Cuenta la historia que era lo más bello que podía ser, decorado con piedras
preciosas importadas de no-se-dónde, mármol, cristales y cuanta cosa uno pueda
imaginarse, pero que el bufón del sultán lo empavó (cuando apenas estaba recién
construido) diciendo que tanto lujo se vendría abajo; y apenas 75 años después ya estaba todo saqueado. Extrañamente
en unos de los pocos espacios que sigue en pie de este palacio, tienen expuesto
el púlpito de la mezquita de la Koutoubia (la mezquita principal de Marrakech,
aquella que comenté es la más bella y la más alta). El púlpito, que aquí llaman
mínbar es una escalerita como de 8 escalones desde donde el Imán se paraba a
recitar el Corán. Parece ser una de las obras más bellas de su época, es principalmente
de madera, con maderitas talladas e incrustadas, y hace poco lo restauraron con
ayuda de Metropolitan Museum. Lo construyó un artesano de Granada por encargo
del sultán para traérselo para acá. Además tienen información muy detallada, así
que uno se entera perfectamente del detalle y de la maravilla que representa.
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