domingo, 21 de octubre de 2012

Día 5- Parte I: Marrakech histórico



Hoy ¡por fin! no había pronóstico de lluvia. Pero cuando me fui a vestir mi pantalón seguía emparamado del palo de agua de anoche… me lo puse igual, y menos mal que se secó bien rápido.
La primera visita de hoy era muy cerca del Riad: La Maison de la Photographie: Donde tienen una colección de fotografías realizadas por fotógrafos europeos sobre Marruecos y su gente desde finales de 1800 hasta ~1950 (alrededor de la fecha de la independencia de Marruecos de España y Francia).


Las fotos son bellas, pero había muchas que ya las habíamos visto varias veces en postales o en afiches durante el viaje. Dos cosas me parecieron muy interesantes después de ver esta colección: por un lado ver como el siglo pasado fue una revolución total; muchos de los paisajes y las ropas de las primeras fotos podían pasar fácilmente como de la época de Cristo, o sea… durante más de 2000 años parecía casi no haber pasado el tiempo, y de repente en menos de 100 años hubo un cambio gigante: turismo, globalización, plástico, ropa más moderna, carros y motos… ¡una diferencia gigante!.
Lo segundo, es que en esas fotos las mujeres parecían fantasmitas, envueltas de pies a cabeza de tela blanca y sólo a penitas se le veían los ojos. Hoy en día (~60 años después) aquí en Marrakesh vemos que aunque muchas siguen tapadas, sólo se cubren la cabeza, y además usan colores y telas de todo tipo. Ya rematando la visita casa de la fotografía, subimos a la terracita y concluimos que es la que tenía mejor vista de todos las que hemos visitado.

Nos tocaba atravesar la medina desde el norte hasta el sur, para llegar a las Tumbas Saadíes. En el recorrido hasta allá nos metimos por todo el medio de los zocos más importantes. Y todo era tan lindo y colorido que me provocaba tener como 30 maletas para poder llenarlas de cosas y llevármelas de regreso a Madrid y de regalos para Caracas… 
pero por otro lado a mí no me gusta nada comprar así regateando cada cosa (me da como mucho estrés), así que decidí no comprar nada y deleitarme sólo con los ojos, haciendo una nota mental para volver algún día de compras y llevarme de todo: 

lámparas, cojines, zapaticos de cuero, babuchas para usar de pantuflas, bolsitos de cuero, mesitas de madera, teteras, bufandas, alfombras, especies, perolitos de barro, cesticas… ¡hasta la ropa me gusta!, batolas pantalones, vestidos y camisas árabes, cuerdas para las cortinas, cuadros…Y hablando de planes hipotéticos para el futuro, otro plan buenísimo es volver para Marruecos a buscar inspiración justo antes de construir la casa de mis sueños (venir con el arquitecto o el diseñador). Los patios, los jardines, las fuentes, los colores, las puertas, las lámparas, las cortinas. Es un estilo que provoca copiar… Pero en fin, volviendo  mi cuento, ese era mi plan: no comprar absolutamente nada, pero había una personita demasiado especial a la que no pude dejar sin recuerdito: Eduardito, mi nuevo bello sobrinito... De alguna manera le mandaré el regalito a Caracas pronto J .

Llegamos finalmente a las famosas Tumbas Saadíes. Son una de las mayores atracciones de ésta ciudad porque las decoraciones de sus techos y paredes son de película. El sultán las hizo para inmortalizarse a él y su familia y tienen absolutamente todo el detalle y el lujo que las decoraciones árabes pueden llegar a tener. Son de finales del s XVI, pero por varios cientos de años estuvieron escondidas y las redescubrieron hace poco, a principios del s. XX. Las descubrieron porque están en una zona muy pobre de la ciudad (cerca del palacio Bahia) y de repente sobresalían unos tejados verdes como fuera de lugar… Efectivamente esa zona al sur de la medina se ve mucho más pobre. Como ya habrán notado aquí en Marruecos todo es un contraste bárbaro, y justo detrás de las tumbas empezamos a ver a hombres vestidos como botones (de hotel de lujo) llevando maleticas y guiando a algunos turistas. Husmeando por ahí vimos que esos botones venían o iban para el hotel La Sultana, del cual habíamos visto folletos y sabíamos que es un espectáculo, pero sólo los huéspedes podían entrar.

De la misma época de las tumbas es el Palacio Badi: nuestra siguiente parada. Pero a diferencia de las tumbas está completamente en ruinas. Se puede vagamente apreciar el espacio que ocupaba y la distribución, pero más nada. Cuenta la historia que era lo más bello que podía ser, decorado con piedras preciosas importadas de no-se-dónde, mármol, cristales y cuanta cosa uno pueda imaginarse, pero que el bufón del sultán lo empavó (cuando apenas estaba recién construido) diciendo que tanto lujo se vendría abajo; y apenas 75 años  después ya estaba todo saqueado. Extrañamente en unos de los pocos espacios que sigue en pie de este palacio, tienen expuesto el púlpito de la mezquita de la Koutoubia (la mezquita principal de Marrakech, aquella que comenté es la más bella y la más alta). El púlpito, que aquí llaman mínbar es una escalerita como de 8 escalones desde donde el Imán se paraba a recitar el Corán. Parece ser una de las obras más bellas de su época, es principalmente de madera, con maderitas talladas e incrustadas, y hace poco lo restauraron con ayuda de Metropolitan Museum. Lo construyó un artesano de Granada por encargo del sultán para traérselo para acá. Además tienen información muy detallada, así que uno se entera perfectamente del detalle y de la maravilla que representa. 

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