domingo, 21 de octubre de 2012

Día 4- Parte I: Medina de Marrakech: Paseos palaciegos


Anoche parece que llovió toda la noche… No paró de oírse el palo de agua. En la mañanita siguió lloviendo, pero como a las 11am ya salió el sol. Nos despertamos como a las 9 y pico y entre desayunar y poner el primer post en el blog terminamos saliendo como a las 11 y pico del hotel, just in time. El desayuno estuvo rico, en una terracita del Riad dando al patio (pero tapado por unas cortinas debido a la lluvia. Nos pusieron pan tostado y mermelada, un potecito de yogurt y juguito de naranja. Luego nos trajeron lo más rico: unos pancitos redondos supuestamente típicos marroquís, que eran exactamente iguales a unas arepitas andinas. Todo bien, pero nada del otro mundo. Marwen hoy decidió hablarnos en español cuando nos dio los buenos días y nos preguntó si todo estaba bien… “ ¿Todo es perfecto?, ¿Quieren algo más?”. Le dijimos que no gracias, que todo estaba perfecto… pero internamente a mí me dio mucha risa la traducción que él hizo, simplificado o anulando las diferencias del ser y del estar.

Subimos a la terracita del Riad y se veían los techitos rojos hacia todos lados, y como muchos están pegados pared con pared se podían ver también los patios de los Riads vecinos. Algunos reformados como éste, y otros a punto de caerse en ruinas. Como muchas de las callecitas están techadas, todo  está comunicado y para los gatos es muy fácil pasearse de uno a otro… el escenario me recordó mucho de la escena de la persecución de la película cuando Aladino y Abu se roban la comida.
Nuestro Riad está a un paso de lo que según la guía es lo MÁS recomendado de Marrakech. Ya ayer habíamos pasado por enfrente y nos pareció súper equis la entrada, así que con bastante incredulidad, decidimos hacerle caso a la guía y empezar el día con esa visita: La Madraza de Ben Yussef ( o Ibn Yussuf, que es lo mismo) y significa hijo de Yussef.

Una madraza es una casa de estudiantes, y ésta en particular fue usada durante unos 400 años por jóvenes que venían a estudiar el Corán y otras ciencias o artes. En realidad no era una universidad, porque nos explicaron que los estudios los hacían en la mezquita que está al lado (mezquita Ben Yuseef), la cual –al igual que todas las mezquitas aquí- está cerrada para los no musulmanes. La madraza era más bien una residencia estudiantil con un patio y un área para la oración ambos exageradamente bellos. Había 132 habitaciones o mini cuarticos cada uno como de 5m2, algunos con ventanas entre ellos o a los corredores, algunos con vista al patio y otros completamente cerrados.


¡Tantos cuarticos y no vimos ningún baño!, yo creo que haber leído que a veces compartían los cuartos, pero que todos compartían un sólo baño que nunca vimos donde estaba. En los cuartos hay algunas muestras de los objetos que usaban los estudiantes. Los pasillos y los mini patios internos eran lindos y adornados estilo árabe, con cerámicas, madera y yeso labrado, todo con un aire muy “colonial” pero con firma árabe rajada. Finalmente lo que es MUY espectacular (el motivo de la recomendación de la guía, y lo nos dejó boquiabiertos) fue el patio. Nada  que envidiarle al de la Alhambra, su decoración árabe es sencillamente espectacular. Vale muchísimo la pena ver la madraza. Yo me imagino que los que lo hicieron pensarían… “ ¿para qué hacer una puerta sencilla, si podemos ponerle tres mil adornos muy elaborados?... ¡Qué suerte tenemos que no fueran nada flojos -ni prácticos- sino amantes del detalle y la estética!

La entrada de la Madraza la compramos en un combo que incluía el Museo de Marrakech, que quedaba a escasos dos minutos. El edificio donde está el museo era el palacio del ministro de justicia del sultán a principios del siglo pasado, y luego de la independencia de Marruecos (~1956) lo cambiaron para hacer una escuela de señoritas. Sin embargo, poco tiempo después lo dejaron de mantener, y hacia finales de los 90 fue necesario restaurarlo casi por completo para hacer éste museo. No es para nada antiguo como la madraza, o como el Alhambra, pero es muy bonito de todas maneras. Tiene algunos objetos antiguos mezclados con obras de arte moderno, pero lo que vale la pena es el edificio. En el patio central tienen un techo de plástico amarillento del que cuelga una lámpara de techo de dimensiones gigantes justo por encima de la fuente respectiva. Al salir de allí nos tomamos un té de menta en el café del museo para darnos tiempo de planificar la próxima visita. 

La guía incluía un recorrido a pie por la medina y decidimos hacerlo, pero al revés: empezando por el final del recorrido porque lo teníamos cerquitica… fue una excursión divertida por la medina, en donde el reto sigue siendo poder asociar el intento de plano con las mini callecitas sin perderse demasiado. Lo más interesante fue un “café-literario” que se llama Dar Cherifa…. Para encontrarlo tuvimos una suerte bárbara, y una vez allí decidimos ya quedarnos a almorzar. Era un casa antigua de estilo saadita, y aunque no sé bien qué significa eso, si sé que dicen que es el edificio residencial más antiguo de la medina (de finales del s. XV). Muy sobrio, muy silencioso, muy serio y muy elegante. Pensábamos pasear sólo para conocerlo, así que nos caminamos la planta baja: un patio con una fuentecita en medio, llena de pétalos de rosas, y luego subimos a ver la terraza… hasta que un olor delicioso a couscous nos hizo quedarnos a comer.

Compartimos un menú de couscous con unas mini ensaladitas y postrecitos árabes y a pesar de haber pedido sólo para una persona, quedamos los dos más que satisfechos. Yo normalmente no soy nada fanática del couscous, pero estando aquí no queda de otra que comerlo, y realmente vale la pena. Hoy es viernes, y en Marruecos dicen que los viernes son los días para comer couscous, porque aparentemente la gente trabaja menos, y así tienen tiempo de prepararlo y de digerirlo con calma. La verdad, estuvo muy rico, y las mini ensaladitas (una de auyama dulce y la otra de brócoli) también nos gustaron mucho. Ya casi se nos habían acabado los dirhams y aquí no aceptan tarjetas en casi ninguna parte… menos mal que Fran tenía un billetico de 20€ que nos permitió pagar y nos salvó de pasar una pena horrible.

Otro punto importante a conocer era el Palacio Bahia. Lo habíamos planificado visitar ayer, pero como lo cierran a las 4:30pm no nos había dado tiempo. Al terminar de comer ya eran las 3:00, así que decidimos irnos a paso ligero, recorriendo la medina sin distraernos mucho para poder salir de eso hoy. Este sí era un palacio gigante, así que llegar a él fue bastante fácil. 
Caminamos hacia el sur por la medina por una calle-zoco muy linda, entramos por un lado de la plaza Jemaa el-Fnaa y salimos por el lado opuesto y seguimos caminando por una calle bastante menos linda, pero llena de cosas interesantes, como talleres artesanales que usan cauchos viejos para hacer muebles muy lindos (mesas, marcos de espejos y cosas así). Pasamos también varios baños turcos (hammams) y Fran pensó que le parecería buenísimo entrar a alguno de ellos. Como son hombres y mujeres por separado yo no me sentí muy cómoda con ese plan, así que quedará para algún otro viaje. Más tienditas, más señales de Riads (que leímos que por aquí quedan los más baratos por estar cerca del barrio judío, que es la zona más pobre de la medina) hasta que salimos de esa calle y llegamos a algo que parecía el centro de Caracas, o de cualquier otra ciudad medio caótica. Por allí era la entrada al palacio Bahia.

Bahia me suena a “bahía de los piratas”, pero no tiene nada que ver: “Bahia” significa “bella”, y se pronuncia de manera tal que esas dos palabras suenan prácticamente igual: algo así como “Beiia”… ¡Es impresionante darse cuenta de la cantidad de similitudes que hay entre nuestro mundo y el árabe, la influencia en el idioma, en la arquitectura, en los adornos!. Miles de cosas que yo juraba que eran completamente españolas o coloniales, ahora estoy empezando a percatarme que en realidad son árabes. Este palacio se llama así porque lo construyeron a finales del siglo pasado con el plan de que fuera el palacio más bello. Dicen que es una muestra de las capacidades ornamentales de los artesanos marroquíes. Tiene varios patios y varios salones, algunos de visitas y algunos del harem. En él vivió un esclavo que se convirtió en visir (Abu Bou Ahmed).  Al igual que el palacio del museo no es un sitio antiguo, pero las decoraciones (sobre todo las de los techos) son exageradamente bellas, haciendo honor a su nombre. 

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