Anoche parece que llovió toda la noche… No paró de oírse el palo de agua. En la mañanita siguió lloviendo, pero como a las 11am ya salió el sol. Nos despertamos como a las 9 y pico y entre desayunar y poner el primer post en el blog terminamos saliendo como a las 11 y pico del hotel, just in time. El desayuno estuvo rico, en una terracita del Riad dando al patio (pero tapado por unas cortinas debido a la lluvia. Nos pusieron pan tostado y mermelada, un potecito de yogurt y juguito de naranja. Luego nos trajeron lo más rico: unos pancitos redondos supuestamente típicos marroquís, que eran exactamente iguales a unas arepitas andinas. Todo bien, pero nada del otro mundo. Marwen hoy decidió hablarnos en español cuando nos dio los buenos días y nos preguntó si todo estaba bien… “ ¿Todo es perfecto?, ¿Quieren algo más?”. Le dijimos que no gracias, que todo estaba perfecto… pero internamente a mí me dio mucha risa la traducción que él hizo, simplificado o anulando las diferencias del ser y del estar.
Subimos a la terracita del Riad y se veían los techitos rojos hacia todos
lados, y como muchos están pegados pared con pared se podían ver también los
patios de los Riads vecinos. Algunos reformados como éste, y otros a punto de
caerse en ruinas. Como muchas de las callecitas están techadas, todo está comunicado y para los gatos es muy fácil
pasearse de uno a otro… el escenario me recordó mucho de la escena de la
persecución de la película cuando Aladino y Abu se roban la comida.
Nuestro Riad está a un paso de lo que según la guía es lo MÁS recomendado
de Marrakech. Ya ayer habíamos pasado por enfrente y nos pareció súper equis la
entrada, así que con bastante incredulidad, decidimos hacerle caso a la guía y
empezar el día con esa visita: La Madraza de Ben Yussef ( o Ibn Yussuf, que es
lo mismo) y significa hijo de Yussef.
La entrada de la Madraza la compramos en un combo que incluía el Museo de
Marrakech, que quedaba a escasos dos minutos. El edificio donde está el museo
era el palacio del ministro de justicia del sultán a principios del siglo
pasado, y luego de la independencia de Marruecos (~1956) lo cambiaron para
hacer una escuela de señoritas. Sin embargo, poco tiempo después lo dejaron de
mantener, y hacia finales de los 90 fue necesario restaurarlo casi por completo
para hacer éste museo. No es para nada antiguo como la madraza, o como el
Alhambra, pero es muy bonito de todas maneras. Tiene algunos objetos antiguos
mezclados con obras de arte moderno, pero lo que vale la pena es el edificio.
En el patio central tienen un techo de plástico amarillento del que cuelga una
lámpara de techo de dimensiones gigantes justo por encima de la fuente
respectiva. Al salir de allí nos tomamos un té de menta en el café del museo
para darnos tiempo de planificar la próxima visita.
La guía incluía un recorrido a pie por la medina y decidimos hacerlo, pero
al revés: empezando por el final del recorrido porque lo teníamos cerquitica…
fue una excursión divertida por la medina, en donde el reto sigue siendo poder asociar
el intento de plano con las mini callecitas sin perderse demasiado. Lo más
interesante fue un “café-literario” que se llama Dar Cherifa…. Para encontrarlo
tuvimos una suerte bárbara, y una vez allí decidimos ya quedarnos a almorzar.
Era un casa antigua de estilo saadita, y aunque no sé bien qué significa eso,
si sé que dicen que es el edificio residencial más antiguo de la medina (de
finales del s. XV). Muy sobrio, muy silencioso, muy serio y muy elegante. Pensábamos
pasear sólo para conocerlo, así que nos caminamos la planta baja: un patio con
una fuentecita en medio, llena de pétalos de rosas, y luego subimos a ver la
terraza… hasta que un olor delicioso a couscous nos hizo quedarnos a comer.
Compartimos un menú de couscous con unas mini ensaladitas y postrecitos
árabes y a pesar de haber pedido sólo para una persona, quedamos los dos más
que satisfechos. Yo normalmente no soy nada fanática del couscous, pero estando
aquí no queda de otra que comerlo, y realmente vale la pena. Hoy es viernes, y
en Marruecos dicen que los viernes son los días para comer couscous, porque
aparentemente la gente trabaja menos, y así tienen tiempo de prepararlo y de
digerirlo con calma. La verdad, estuvo muy rico, y las mini ensaladitas (una de
auyama dulce y la otra de brócoli) también nos gustaron mucho. Ya casi se nos
habían acabado los dirhams y aquí no
aceptan tarjetas en casi ninguna parte… menos mal que Fran tenía un billetico de 20€ que nos permitió pagar y nos salvó de pasar una pena horrible.
Otro punto importante a conocer era el Palacio Bahia. Lo habíamos
planificado visitar ayer, pero como lo cierran a las 4:30pm no nos había dado
tiempo. Al terminar de comer ya eran las 3:00, así que decidimos irnos a paso
ligero, recorriendo la medina sin distraernos mucho para poder salir de eso
hoy. Este sí era un palacio gigante, así que llegar a él fue bastante fácil.
Caminamos hacia el sur por la medina por una calle-zoco muy linda, entramos por
un lado de la plaza Jemaa el-Fnaa y salimos por el lado opuesto y seguimos
caminando por una calle bastante menos linda, pero llena de cosas interesantes,
como talleres artesanales que usan cauchos viejos para hacer muebles muy lindos
(mesas, marcos de espejos y cosas así). Pasamos también varios baños turcos
(hammams) y Fran pensó que le parecería buenísimo entrar a alguno de ellos.
Como son hombres y mujeres por separado yo no me sentí muy cómoda con ese plan,
así que quedará para algún otro viaje. Más tienditas, más señales de Riads (que
leímos que por aquí quedan los más baratos por estar cerca del barrio judío,
que es la zona más pobre de la medina) hasta que salimos de esa calle y
llegamos a algo que parecía el centro de Caracas, o de cualquier otra ciudad
medio caótica. Por allí era la entrada al palacio Bahia.
Bahia me suena a “bahía de los piratas”, pero no tiene nada que ver:
“Bahia” significa “bella”, y se pronuncia de manera tal que esas dos palabras
suenan prácticamente igual: algo así como “Beiia”… ¡Es impresionante darse cuenta
de la cantidad de similitudes que hay entre nuestro mundo y el árabe, la
influencia en el idioma, en la arquitectura, en los adornos!. Miles de cosas
que yo juraba que eran completamente españolas o coloniales, ahora estoy
empezando a percatarme que en realidad son árabes. Este palacio se llama así
porque lo construyeron a finales del siglo pasado con el plan de que fuera el
palacio más bello. Dicen que es una muestra de las capacidades ornamentales de
los artesanos marroquíes. Tiene varios patios y varios salones, algunos de
visitas y algunos del harem. En él vivió un esclavo que se convirtió en visir
(Abu Bou Ahmed). Al igual que el palacio
del museo no es un sitio antiguo, pero las decoraciones (sobre todo las de los
techos) son exageradamente bellas, haciendo honor a su nombre.
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